Lágrimas en la lluvia
Se ha inventado una
nueva forma de tormento: ver los informativos de televisión, oír la radio que
al instante te ofrece la tragedia o bien
ojear la prensa escrita que, más lenta, insiste en lo que ya los otros
dos medios te informaron.
Pero la hora
terrorífica es la de los informativos de las televisiones, que sin piedad
alguna, con una frialdad inmisericorde, te vomitan desde la boca rectangular
–con todo lujo de sádicos detalles– toda la maldad, el crimen, la violencia, la
falta de escrúpulos, las continuas mentiras políticas… Luego lo adornan un poco
con algún deporte, fútbol principalmente o tenis…
Hay, sin embargo,
noticias irresistibles: la muerte violenta de los niños en Ucrania o en Texas.
¿Qué dios menor dirige todo este planeta-basura? ¿Quién ordena que la maldad se
imponga?
Lo doloroso no es morir
aquí o allá, sino sin gloria; y no hay gloria para centenares de criaturas,
son sólo niños, relicarios de lo más
puro que la humanidad conserva. Han roto en primavera las ramas de arbolillos
en flor.
En Uvalde, un pueblo de
la zona rural de Texas habitado por pobres gentes, un asesino sin piedad,
sádico, demoníaco, ha destrozado a 19 niños y a sus dos maestras. ¡No puedo
sufrir tanto dolor, tanta tristeza, tanta injusticia!
Pronto será olvidada,
desde la frialdad sin alma, como los centenares de atrocidades con que nos
obsequian desde la boca sucia de la pantalla rectangular. En mí siempre
se quedará un rasguño sangrante en el alma, un daño permanente en mi conciencia.
¿Qué dios menor gobierna todo esta inmensa desgracia? Maldición eterna para
quien lastime a un niño, a una niña, seres angelicales que sólo necesitan un
poco de pan, un poco de paz y un asomo de alegría en sus sorprendidos ojillos.
El hombre de Galilea,
el mejor hombre de todos los tiempos que hubo sobre la Tierra, pedía que
dejaran a los niños acercarse a Él, porque de ellos era el reino de los cielos,
e insistía: El que escandalice a uno de estos pequeños, más le vale que le
cuelguen al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos y le
hundan en lo profundo del mar (Mateo 19:14).
Pero no se contentan
con escandalizar, los ametrallan sin conciencia alguna en el diabólico teatro
del pánico. ¡Pobrecitos míos!
Maldigo a este
indecente siglo XXI, tan perdido, tan mentiroso, tan sin rumbo, tan miserable,
tan sin conciencia.
Recuerdo un pequeño
pensamiento de la película Blade Runner (1982), film enfermizo que retrata a una
sociedad de cazadores y replicantes, al que Vangelis puso una inquietante y desgarradora
música: “Todos estos muertos se perderán en el tiempo como lágrimas en la
lluvia”.
Granada, 30 de mayo del año 2022.
Jacinto S. Martín
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