martes, 22 de marzo de 2016

Copos de algodón en un campo de Texas



COPOS DE ALGODÓN EN UN CAMPO DE TEXAS


Resistid mucho, obedeced poco. Cuando la obediencia no se cuestiona, cuando se cae en esclavitud completa, no hay nación, estado o ciudad de este mundo que recobre su libertad. (Walt Whitman)





Ha vuelto a salir el sol como le tienen ordenado y un ruido sordo de motores, frenazos y sirenas de ambulancias anuncia el nuevo día. Crujen los cristales de las habitaciones que dan a la avenida. Un frío ruido de ciudad en los cristales ha acabado por ser mi única música. Me levanto y  preparo el desayuno: ' a tea without polonium´, bebida recomendable para agentes secretos, y una torta de aceite que se va “engalletando”[1] cada día un poco más. Luego abro el portátil, paradójicamente fijo en la mesa. Me atrae la luz de la pantalla.

Desde la brillante pizarra me asaltan con extrañas noticias. Me piden desde todo el mundo que salve a las abejas. Oh my God! No sé cómo hacerlo. ¿Dónde están? Si veo a alguna, qué le hago… ¿el boca a boca? Hace años que no veo a ninguna. En una avenida de cemento sin horizonte, sin pájaros, con un sol que ilumina mansamente, sería un milagro encontrarte con una. ¿La adopto si la veo?

Sigo leyendo y ahora al buscar una canción en youtube me hacen responsable de que el Ártico se derrite. ¿Y yo qué hago? Por lo visto no queda hielo ni para enfriar una “milno”[2]. Tendremos que beber la cerveza caliente. Para colmo de males, los osos polares no hibernan. Se han quitado el lujoso abrigo blanco de piel  y toman el sol en los icebergs, en tendido supino, doblando la pierna izquierda sobre la derecha.

Abro los periódicos y me cuentan que el mundo ha entrado en una etapa de “buenismo”: un león se ha encariñado con una gacela a la que protege, tres huskies siberianos han criado a un gato, una gata ejerce de amorosa madre de una ratita, un perro salchicha es protegido por un león, un leopardo acaricia a una cría de babuino… Los animales se han humanizado y los humanos, contrariamente, se han animalizado.

 Leo que, cien años después de predecirlo Einstein, la humanidad, que ignora los males del vecino, ya escucha los latidos del universo: las ondas gravitacionales abren una nueva ventana al espacio exterior, un disturbio en el cosmos. Estoy a punto de cerrar el extraño noticiero cuando una nueva noticia me sorprende: ´Se podrá pagar con el dedo gracias a un lector de venas´. Por último una rara pregunta me desconcierta: ¿Por qué a los pájaros no les salen canas? ¡Buf!

Cambio y veo en un vídeo que Obama llora. Esto sí me interesa. Sus lágrimas, río profundo, corren por la mejilla izquierda, luego por la derecha. Cuando su dedo corazón las borra, su mano encallecida muestra una M perfectamente marcada. Con el dedo índice forma la V de la ¿derrota? Las lágrimas del presidente vienen de muy lejos, de las fuentes del daño. Recuerdo a Ben E. King cuando el presidente mira a Michelle: ´Cariño, quédate conmigo. No derramaré más una lágrima si estás junto a mí, Stand by me´ También se vence perdiendo. Me cae bien Barack, buen chico, premio Nobel de la Paz que sólo ha declarado siete guerras. Su cabeza tallada va encaneciendo, copos de algodón en un campo de Texas. Sigue teniendo ritmo al andar como si una genética de siglos marcara un baile seguro, afroamericano, al ritmo que le marca Nina Simone desde un callado, pero presente Cotton Eyed Joe[4].

¿Y si ficháramos a Barack Obama como presidente de este desconcertado país? Ha terminado su contrato en la gran potencia. Si es normal fichar a profesionales cualificados que ganan el dinero a patadas, como Messi, Cristiano, Suárez, Bale, Neymar… ¿por qué no fichamos a Obama? Es culto, buen orador, amable, “habla inglés”, ha conseguido crear empleo hasta dejar una bajísima tasa de  paro y Michelle, su esposa, es inteligente, simpática, trabajadora y “mudetó” [5]. Durante un tiempo lo tuvo a su servicio en su despacho; ahora, en la casa. Michelle, en el último discurso de su esposo como presidente de EE. UU., destacó  con un vestido amarillo calabaza y animó a Barack con un gritito corto como jovenzuela en concierto cuando este comenzó el discurso de la nación. En el sonoro piano de su boca, el teclado perfecto de sus dientes marcaba una canción segura de esperanza.

Emocionante último discurso. En los pequeños corros expectantes se intuía la presencia del presidente tal como se adivina la llegada del metro: con la anticipación ruidosa del vendaval cálido con sabor  a hierro que sale de la boca del túnel. Habla de los Estados Unidos de América y de su atlética democracia. En su discurso, un lenguaje simbólico de manos, como prestidigitador, domina a los presentes: alza la mano izquierda, cierra las manos encajando sus dedos y después las coloca sobre el atril, luego eleva la mano derecha uniendo pulgar e índice. Está solo ante el peligro como Gary Cooper, aunque los obamistas indican que el presidente se protege con un rosario que le regaló el Papa, una ficha de póker metálica que alguien le regaló en Iowa,  una imagen del dios mono hindú  Hanuman, una cruz copta de Etiopía y una figura de Buda. Creo que se identifica con Homer Simpson: ´Os quiero a todos´.

 Pregona que EE.UU. es la nación más poderosa de la tierra y su ejército es el mejor del mundo. Asienten los representantes del pueblo americano venidos del ancho valle del Mississippi y de los estados sureños, de los bosques de Dakota, de Ohio, de Indiana, de Illinois, de Iowa, de Wisconsin, de Minnesota, de Kansas… Muchos son los hijos de las raíces profundas que vienen a darle la razón. Casi todos proceden de la épica del Far West, que John Ford, Howard Hawks,  Fred Zinneman,  George Stevens y  Sergio Leone, entre otros, se ocuparon de publicitar en el cine. También cabecean afirmativamente los jefes militares que, sentados junto a los miembros del Supremo, se enorgullecen mostrando soberbios en sus uniformes su currículum de medallas.

Cada cierto tiempo, el público congregado se levanta y aplaude las afirmaciones del presidente. Algunos no lo hacen. El republicano McCain permanece sentado y recuerda a Walt Whitman, el hombre nacido en West Hills , cerca de Nueva York, patriarca de los poetas norteamericanos, padre de la democracia: ´Resistid mucho, obedeced poco. Cuando la obediencia no se cuestiona, cuando se cae en esclavitud completa, no hay nación, estado o ciudad de este mundo que recobre su libertad´.

Barack sigue hablando de sus logros políticos, económicos, internacionales, sociales, energéticos. Escoltado por el presidente y el vicepresidente de la Cámara, Obama se siente protegido por la gran bandera de las trece barras y cincuenta estrellas, mural que cubre la cabecera del hemiciclo. La gran bandera es su John Waine y él sólo es ya  ´The man who shot Liberty Valance´[6].  En las solapas de sus chaquetas florece un pin de la bandera. Los pueblos que no respetan su bandera anuncian una degradación evidente de su propia dignidad como nación. ¡Qué se puede esperar de un pueblo que quema su bandera, que pita mientras suena su himno mudo y que abuchea a su primer mandatario! Los EE.UU. nunca lo harían, la exaltan, oyen el himno con veneración,  respetan a su presidente. Sobre la bandera un lema: IN GOD WE TRUST.[7]

El presidente insiste en cambiar el mundo, en que no debería ser cierta la afirmación de que sólo los ricos se vuelven más ricos. Desconecto como creyente en misa y mi reloj marca otro tiempo. Sentado en el muelle de la bahía, sigo el discurso con el ´Summertime´ de Fitzgerald & Armstrong, con la nostalgia del “Ol´man river” de Paul Robeson, con  la voz oscura de Aretha Franklin, la hija del predicador, la mujer de Memphis que aunó soul, jazz y góspel.

Cuando vuelvo al tiempo de los relojes, veo que el presidente acaba de cerrar el discurso. No lo ha hecho con las palabras de Whitman: ´Surgirá un nuevo orden y sus hombres serán los sacerdotes del hombre, y cada hombre será su propio sacerdote.´ Al despedirse abraza cariñoso a un representante  de Alabama… En su piel negra advierto una tristeza secular de árbol trasplantado. Sale del hemiciclo, se acerca a Michelle y le susurra: “After all, tomorrow will be another day” [8]


Granada, 18 de febrero del año 2016.
Jacinto S. Martín









[1] Achicándose hasta convertirse en una galleta.
[2] Granadinismo para referirse a una cerveza de calidad: la mil novecientos veinticinco (1925).
[3] Meringotes ´medicamentos´.
[4] Joe ojos de algodón.
[5] Mudetó, granadinismo que indica el adjetivo superlativo de la perfección. Muy de todo > mudetó. Lo usaron las gitanas del Sacromonte para definirla cuando vino a Granada y subió a ver una de sus cuevas.
[6] El hombre que disparó a Liberty Valance.
[7] En Dios confiamos.
[8] Después de todo, mañana será otro día (´Lo que el viento se llevó´).

Relato corto

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