COPOS DE ALGODÓN EN UN CAMPO DE TEXAS
Resistid mucho, obedeced poco. Cuando la obediencia no se cuestiona, cuando se cae en esclavitud completa, no hay nación, estado o ciudad de este mundo que recobre su libertad. (Walt Whitman)
Ha vuelto a salir el sol como le tienen ordenado y un ruido sordo de motores, frenazos y sirenas de ambulancias anuncia el nuevo día. Crujen los cristales de las habitaciones que dan a la avenida. Un frío ruido de ciudad en los cristales ha acabado por ser mi única música. Me levanto y preparo el desayuno: ' a tea without polonium´, bebida recomendable para agentes secretos, y una torta de aceite que se va “engalletando”[1] cada día un poco más. Luego abro el portátil, paradójicamente fijo en la mesa. Me atrae la luz de la pantalla.
Desde
la brillante pizarra me asaltan con extrañas noticias. Me piden desde todo el
mundo que salve a las abejas. Oh my God! No sé cómo hacerlo. ¿Dónde están? Si
veo a alguna, qué le hago… ¿el boca a boca? Hace años que no veo a ninguna. En
una avenida de cemento sin horizonte, sin pájaros, con un sol que ilumina
mansamente, sería un milagro encontrarte con una. ¿La adopto si la veo?
Sigo
leyendo y ahora al buscar una canción en youtube me hacen responsable de que el
Ártico se derrite. ¿Y yo qué hago? Por lo visto no queda hielo ni para enfriar
una “milno”[2].
Tendremos que beber la cerveza caliente. Para colmo de males, los osos polares no
hibernan. Se han quitado el lujoso abrigo blanco de piel y toman el sol en los icebergs, en tendido
supino, doblando la pierna izquierda sobre la derecha.
Abro
los periódicos y me cuentan que el mundo ha entrado en una etapa de “buenismo”:
un león se ha encariñado con una gacela a la que protege, tres huskies siberianos han criado a un gato,
una gata ejerce de amorosa madre de una ratita, un perro salchicha es protegido
por un león, un leopardo acaricia a una cría de babuino… Los animales se han
humanizado y los humanos, contrariamente, se han animalizado.
Leo que, cien años después de
predecirlo Einstein, la humanidad, que ignora los males del vecino, ya escucha
los latidos del universo: las ondas gravitacionales abren una nueva ventana al
espacio exterior, un disturbio en el cosmos. Estoy a punto de cerrar el extraño
noticiero cuando una nueva noticia me sorprende: ´Se podrá pagar con el dedo
gracias a un lector de venas´. Por último una rara pregunta me desconcierta: ¿Por
qué a los pájaros no les salen canas? ¡Buf!
Cambio
y veo en un vídeo que Obama llora. Esto sí me interesa. Sus lágrimas, río
profundo, corren por la mejilla izquierda, luego por la derecha. Cuando su dedo
corazón las borra, su mano encallecida muestra una M perfectamente marcada. Con
el dedo índice forma la V de la ¿derrota? Las lágrimas del presidente vienen de
muy lejos, de las fuentes del daño. Recuerdo a Ben E. King cuando el presidente
mira a Michelle: ´Cariño, quédate conmigo. No derramaré más una lágrima si
estás junto a mí, Stand by me´ También se vence perdiendo. Me cae bien Barack,
buen chico, premio Nobel de la Paz que sólo ha declarado siete guerras. Su cabeza tallada va encaneciendo, copos de algodón en un campo de
Texas. Sigue teniendo ritmo al andar como si una genética de siglos marcara un
baile seguro, afroamericano, al ritmo que le marca Nina Simone desde un callado,
pero presente Cotton Eyed Joe[4].
¿Y
si ficháramos a Barack Obama como presidente de este desconcertado país? Ha
terminado su contrato en la gran potencia. Si es normal fichar a profesionales cualificados
que ganan el dinero a patadas, como Messi, Cristiano, Suárez, Bale, Neymar…
¿por qué no fichamos a Obama? Es culto, buen orador, amable, “habla inglés”, ha
conseguido crear empleo hasta dejar una bajísima tasa de paro y Michelle, su esposa, es inteligente,
simpática, trabajadora y “mudetó” [5]. Durante
un tiempo lo tuvo a su servicio en su despacho; ahora, en la casa. Michelle, en
el último discurso de su esposo como presidente de EE. UU., destacó con un vestido amarillo calabaza y animó a
Barack con un gritito corto como jovenzuela en concierto cuando este comenzó el
discurso de la nación. En el sonoro piano de su boca, el teclado perfecto de
sus dientes marcaba una canción segura de esperanza.
Emocionante
último discurso. En los pequeños corros expectantes se intuía la presencia del
presidente tal como se adivina la llegada del metro: con la anticipación
ruidosa del vendaval cálido con sabor a
hierro que sale de la boca del túnel. Habla de los Estados Unidos de América y
de su atlética democracia. En su discurso, un lenguaje simbólico de manos, como
prestidigitador, domina a los presentes: alza la mano izquierda, cierra las
manos encajando sus dedos y después las coloca sobre el atril, luego eleva la
mano derecha uniendo pulgar e índice. Está solo ante el peligro como Gary
Cooper, aunque los obamistas indican que el presidente se protege con un
rosario que le regaló el Papa, una ficha de póker metálica que alguien le
regaló en Iowa, una imagen del dios mono
hindú Hanuman, una cruz copta de Etiopía
y una figura de Buda. Creo que se identifica con Homer Simpson: ´Os quiero a
todos´.
Pregona que EE.UU. es la nación más poderosa
de la tierra y su ejército es el mejor del mundo. Asienten los representantes
del pueblo americano venidos del ancho valle del Mississippi y de los estados
sureños, de los bosques de Dakota, de Ohio, de Indiana, de Illinois, de Iowa,
de Wisconsin, de Minnesota, de Kansas… Muchos son los hijos de las raíces
profundas que vienen a darle la razón. Casi todos proceden de la épica del Far
West, que John Ford, Howard Hawks, Fred Zinneman, George Stevens y Sergio Leone, entre otros, se ocuparon de
publicitar en el cine. También cabecean afirmativamente los jefes militares que, sentados
junto a los miembros del Supremo, se enorgullecen mostrando soberbios en sus
uniformes su currículum de medallas.
Cada
cierto tiempo, el público congregado se levanta y aplaude las afirmaciones del
presidente. Algunos no lo hacen. El republicano McCain permanece sentado y recuerda a Walt
Whitman, el hombre nacido en West Hills , cerca de Nueva York, patriarca de los
poetas norteamericanos, padre de la democracia: ´Resistid mucho, obedeced poco.
Cuando la obediencia no se cuestiona, cuando se cae en esclavitud completa, no
hay nación, estado o ciudad de este mundo que recobre su libertad´.
Barack
sigue hablando de sus logros políticos, económicos, internacionales, sociales,
energéticos. Escoltado por el presidente y el vicepresidente de la Cámara,
Obama se siente protegido por la gran bandera de las trece barras y cincuenta
estrellas, mural que cubre la cabecera del hemiciclo. La gran bandera es su
John Waine y él sólo es ya ´The man who
shot Liberty Valance´[6]. En las solapas de sus chaquetas florece un
pin de la bandera. Los pueblos que no respetan su bandera anuncian una
degradación evidente de su propia dignidad como nación. ¡Qué se puede esperar
de un pueblo que quema su bandera, que pita mientras suena su himno mudo y que
abuchea a su primer mandatario! Los EE.UU. nunca lo harían, la exaltan, oyen el
himno con veneración, respetan a su
presidente. Sobre la bandera un lema: IN GOD WE TRUST.[7]
El
presidente insiste en cambiar el mundo, en que no debería ser cierta la
afirmación de que sólo los ricos se vuelven más ricos. Desconecto como creyente
en misa y mi reloj marca otro tiempo. Sentado en el muelle de la bahía, sigo el
discurso con el ´Summertime´ de Fitzgerald & Armstrong, con la nostalgia del “Ol´man
river” de Paul Robeson, con la voz
oscura de Aretha Franklin, la hija del predicador, la mujer de Memphis que aunó
soul, jazz y góspel.
Cuando
vuelvo al tiempo de los relojes, veo que el presidente acaba de cerrar el
discurso. No lo ha hecho con las palabras de Whitman: ´Surgirá un nuevo orden y
sus hombres serán los sacerdotes del hombre, y cada hombre será su propio
sacerdote.´ Al despedirse abraza cariñoso a un representante de Alabama… En su piel negra advierto una
tristeza secular de árbol trasplantado. Sale del hemiciclo, se acerca a Michelle y le susurra: “After all, tomorrow will be another day” [8]
Granada,
18 de febrero del año 2016.
Jacinto
S. Martín
[1]
Achicándose hasta convertirse en una galleta.
[2]
Granadinismo para referirse a una cerveza de calidad: la mil novecientos
veinticinco (1925).
[3]
Meringotes ´medicamentos´.
[4] Joe ojos
de algodón.
[5] Mudetó,
granadinismo que indica el adjetivo superlativo de la perfección. Muy de todo > mudetó. Lo usaron las
gitanas del Sacromonte para definirla cuando vino a Granada y subió a ver una
de sus cuevas.
[6] El
hombre que disparó a Liberty Valance.
[7] En Dios
confiamos.
Después de todo, mañana será otro día.
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