viernes, 8 de julio de 2016

La ragazza del elevatore

Relato corto



LA RAGAZZA DEL ELEVATORE[1]

La vida es un cuento contado por un idiota, lleno de ruido y de furia, que no tiene ningún sentido.  (W. Shakespeare)

      Ignoraba que las fuerzas vivas habían contratado a un cantante de rock para que actuara, pensando o sin pensar que al personal le gustaba el rock. Así se podía distraer a la gente aquella noche de verano y  al mismo tiempo se justificaban unos gastillos.

Yo pasaba por allí y vi a mi hermano Servando que sentado en uno de los bancos de la plaza me invitó a sentarme junto a él para oír las canciones que desgranaba el rockero-semanasantero[2]. Me senté un rato. Vi que eran pocos los que escuchaban a un desgarbado cantante que se movía con el mismo lento baile, que luego imitó Sabina. Tenía un vaso en la mano que apuraba entre canción y canción. Por lo visto, el motor del artista necesitaba gasolina continuamente. En el suelo del tablado, junto al micro destacaba soberbia una botella de coñac. Con cada vaso el cantante, ajeno al tiempo del reloj, prorrogaba brillante la actuación.  

Mi hermano, sonriendo, me dijo: ´Es Silvio, canta bien´. Caían al albero las doce campanadas del lento reloj del ayuntamiento y se mezclaban con la voz de Silvio Fernández que ajeno al tiempo cantaba Margherita Marguerot, un mensaje incomprendido por una docena de malletes[3] que con las manos atrás miraban aquello con la misma indiferencia con la que los grillos miran a la luna mientras rascan el violín. Cuando Silvio dejaba de cantar y se apagaba, los grillos se encendían un poco más y brillaban con su negro frac en la noche de verano.

A Silvio - sevillista de corazón, de los del “si jugaras en el cielo, moriría para verte”- no le importaba cantarle al Betis en lo que pudo haber sido el mejor himno del equipo verde: Cuando el rey Don San Fernando conquistó Sevilla lo primero que se preguntó fue: ¿dónde está mi Betis? Betis, Betis, Betis… Aunque seguía cantando, la indiferencia seguía siendo general. Mi hermano sonreía sentado en el banco de espaldas al ayuntamiento. El cielo azul cobalto de las noches de verano cobijaba al pobre rockero sevillano que afirmaba que en una persona el código postal es más importante que el código genético. A pesar de la vida desatenta, Silvio desgranaba lo mejor de su repertorio.

Comido de soledades, el cantante comprendía enfundado en la niebla del alcohol que el momento más solitario en la vida de alguien es cuando está viendo cómo su mundo se desmorona y lo único que puede hacer es mirar fijamente a lo lejos, como él hace ahora en mitad de la actuación. Mirar lejos descansa. Ha pasado toda la semana en la cama, tiritando de frío. Ayer sábado se levantó, bebió toda la mañana. Hoy, el día de la actuación, ha seguido bebiendo para distraer a un público casi inexistente. Con los movimientos de un muñeco de guiñol, lacio, canta “Rezaré” y aparece el catálogo de todas las vírgenes sevillanas. Capillita-rockero se emociona con la canción. También lo hizo cuando cantó “La Pura Concepción” (swing María) en el Solemne Quinario del rock sevillano.

Descansa un poco y bebe, se desanuda la corbata y bebe, se agarra al micro y bebe, mientras prepara una canción de San Juan de la Cruz. El poema del carmelita se titula “Con arrimo y sin arrimo”. Él lo  tituló “Criaturas”. Cuando suena, yo advierto que se retrata en la letra: Con arrimo y sin arrimo, todo me voy consumiendo, mas por ser de amor el lance di un ciego y oscuro salto y fui tan alto, tan alto, que le di a la caza alcance. Y así toda criatura enajenada se ve  y gusta de un no sé qué que se halla por ventura, que estando la voluntad de divinidad tocada no puede quedar pagada sino con divinidad.

Cuentan que hay un lance de amor con una rica dama inglesa y una caída de tan alto y un enajenamiento cuando tuvo que dejar a su hijo, que llegó a ser futbolista inglés en la Premier League, y un asomo de divinidad en la creación poética… Sin embargo el recuerdo lo tiñe de humor cuando preguntado qué era lo más grande que había hecho por amor contestó que tomarse un tinto en vez de una copa de coñac, o cuando confesó ingenioso que todo el mundo era egoísta, que todos iban a lo suyo, menos yo - dijo - que voy a lo mío, o en una composición country a lo Javier Krahe en la canción “Sureños”: Al sur de la Gran Bretaña yo me siento acomodado. La vida se me pasa, pero yo aquí me he quedado. Como tonto, como sabio, yo no dono, no lo cambio, aunque sólo de milagro me mantenga. Somos víctimas propicias de una antigua maldición, hemos de ganar el pan con el propio sudor, menos mal que aquí en Sevilla la vida tengo ganada porque con tanto calor sudo aunque no haga nada.

Sigue avanzando sin descanso la noche. Desde el cielo, Deneb, Vega y Altair coronan al cantautor con un triángulo de estrellas. Silvio sabe que no importa en cuántos pedazos se haya roto tu corazón, que el mundo no se detiene para que lo arregles. El cantante andaluz - austero, individualista, melancólico, dueño de su secreto - anuncia el continuo debilitamiento de una vejez progresiva. Es también el dueño de su error, porque sólo el error es el comienzo de la creación. Silvio sabe que su debilidad, su soledad y su secreto lo hacen fuerte y que ´la vida es un cuento contado por un idiota, lleno de ruido y de furia, que no tiene ningún sentido´. Por eso se permite el lujo de cantar lo que se le ocurre mechándolo[4] con lo que inventa en ese momento.

Alguien a lo lejos quema rastrojos, la miserable ofrenda de Caín. El olor a quemado, el canto de los grillos, la cúpula azul cobalto del cielo, el sabor a coñac productor de emociones, el asterismo astronómico[5] del verano, los idiomas confusos mezclados en la noche y un hombre olvidado en el centro de un tablado de madera, esto es todo. En ese momento no entendí que estaba ante un trozo de literatura viva tan grande como los malditos conservados en alcohol de la literatura universal: Verlaine, Rimbaud, Poe,  Faulkner, Dostoyevski, Baudelaire, Truman Capote, Hemingway, Rubén Darío o Sawa, el extraño escritor nacido en Carmona, negro[6] de Rubén. Cuando me fui sonaba LA RAGAZZA DEL ELEVATORE, genial mix de italiano macarrónico con español castizo a ritmo de mandolina: La ragazza del elevatore es la prima aureola de la mía resaca. No me mira e incluso no la miro yo, pero siento sua presencia in torno di me. La sua mamma no mi ascolta perque la ragazza e piú bambina per un tío como yo…

Hoy he oído las canciones de Silvio como desagravio a la desatención que tuve con él una noche de verano y he analizado toda su gloria incomprendida. Oídlas, pues es el mejor homenaje a la grandeza y a la pequeñez del ser humano.

         Almuñécar, 6 de julio del año 2016

                       Jacinto S. Martín








[1] La chica del ascensor
[2] Persona a la que le gusta la Semana Santa. SIN.: capillita.
[3] Mallete: ´pequeño propietario agrícola´.
[4] Mechar: Intercalar una cosa en medio de otras.
[5] Asterismo astronómico: Grupo de estrellas que forma una figura geométrica, aunque pertenezcan a diferentes constelaciones.
[6] Negro: El escritor que hace trabajos anónimamente en provecho y lucimiento de otro, que pone la firma.

Relato corto

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