VIERNES
SANTO EN LOS OJOS DE 1958
Jesús estaba en la plaza.
Las horas caían lentas en el vaso de cal del pueblo blanco. A las doce, la
Corredera limpió el cielo con los once plumeros de sus palmeras y todo el azul
fue un inmenso palio. Recordó María a Jesús niño… Al regresar al templo, como
bañado en un incienso dulce, Arahal se arropó en una túnica morada de ternura.
Tardará
mucho tiempo en nacer un andaluz tan libre, tan generoso y bueno como mi padre
a quien le dedico este soneto.
La
Casa del Aire calmaba al viento.
Destiló
la nostalgia un dulce vino
y
el as de oros del sol doró el casino
desde el tapete azul del
firmamento.
Del
sol del mediodía el fuego lento
derretía
el cansancio femenino
de
la flor desmayada sobre el lino,
tronchada por el rojo
desaliento.
¡Dios
te salve! se oyó desde la altura
y
en el recuerdo un niño sonreía…
La túnica morada de
ternura
cubrió
entonces la angustia de María
y
la plaza fue cuna de poesía,
de cera, luz, amor,
ritmo y dulzura.
Jacinto S. Martín
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