ARAHAL
(Viernes
en la iglesia del Cristo)
Las manos derrotadas
mendigan caridad. Piden misericordia las vencidas manos. Observo al
Cristo-Hombre: no hay lirios en la alameda de su espalda, sólo moradas huellas
de dolores ciertos; no he visto a Dios, tan sólo veo a un hombre, que
atenazando en sierpes sus cabellos se inclina hacia la tierra en desamparo; no
he visto rojas amapolas en las oscuras sienes, sino sangre… He visto sólo a un
hombre derrotado, al carpintero amigo
del mar de Galilea. Pedir ayuda a un hombre derrotado es una ofensa. En
comunión con su dolor humano, en el silencio de la capilla en sombra, intento
socorrer su desventura.
A CRISTO-HOMBRE
Perdóname la ofensa de
pedirte
y déjame sentirme hoy tu
amigo;
déjame estar sentado aquí
contigo,
pues ya no sé qué hacer
ni qué decirte.
En silencio me quedo por
no herirte
con las torpes palabras
que te digo,
pero libra tus manos,
ven conmigo,
dame fuerzas, Señor,
para seguirte.
En el secreto oculto de
las cosas
siempre se ven espinas,
nunca rosas,
y eterna soledad en
desventura.
Por
eso estoy mirándote a los ojos,
pero
hay sangre y no claveles rojos
e intento socorrerte en
tu amargura.
(Jacinto S. Martín, Sonetos de primavera)
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