José Augusto Trinidad
Martínez Ruiz, Azorín, nacido en junio de 1873 en Monóvar (Alicante) estudió Derecho
desde los 15 años con su primera matrícula en Valencia en el curso preparatorio
de 1888/1889. Durante el curso 1889/1890 no se matricula e intenta abandonar la
carrera de leyes. En 1890/1891, por imposición paterna, se matriculó de las dos
asignaturas suspensas del preparatorio y de tres asignaturas de la Licenciatura
en Derecho Civil y Canónico: Derecho Natural, Economía Política y Derecho
Romano que suspendió, razón fundamental por la que vino a Granada. A pesar de
sus continuos cambios de matrícula: Universidad de Granada (1891/1892),
Universidad de Valencia, Universidad de Salamanca, Universidad de Valladolid y
Universidad de Madrid en 1896, no llegó a terminar la carrera, pues entre sus
ocupaciones la carrera de Derecho, de alguna manera impuesta por su padre, era
de segundo interés.
Cuando alguna asignatura se hacía
más costosa de lo que pensaba, trasladaba su matrícula a Universidades menos
exigentes. Por esa razón vino a Granada desde Valencia: ‹‹Fuimos desde Valencia
a Jaén en ferrocarril, y luego en diligencia hasta Granada. Granada estaba como
apartada de todo el mundo, como en un rincón, como en un remanso del tiempo
pretérito››. Casi como ahora.
Horas plácidas, inolvidables, de su adolescencia en
Granada, bañado en el silencio del Generalife, oyendo susurrar el agua entre
los mirtos, o en el silencio de la Torre de la Vela mientras columbraba el
panorama de la vega, o en el silencio misterioso de una galería del camarín de
Lindaraja contemplando en lo hondo las frondas que bordean el río Darro.
Azorín,
el pseudónimo adoptado al tomar el nombre del protagonista de su novela
“Antonio Azorín”, nos dice de la carrera de leyes cuando está hospedado en
Granada en la pensión situada en el piso superior del edificio del Café Suizo:
‹‹Yo estoy sentado ante
la mesa con un libro abierto ante los ojos. Yo intento leer y releer este
libro, pero esta es una empresa terrible, imposible. Este libro se titula
Derecho Canónico o Derecho Civil o Derecho Administrativo o – y esto es lo más
desagradable de todo – Derecho Romano. Sabéis qué es una enfiteusis, conocéis
el derecho de acrecer, podéis explicarme lo que es una anticresis. Todas estas
cosas son francamente absurdas. Es posible que en la vida no sirvan para nada.
Yo aparto la vista de estos libros y voy leyendo las cosas que cuentan Tolstoi,
Renard, Darwin… Se gozaba del silencio. En el silencio desde Puerta Real,
contemplábamos, allá en lo alto de la montaña, la blanca nieve”. ¡Tardes indelebles de mi adolescencia en Granada!
Se
desmaya la tarde pintando de rosa las mejillas de Sierra Nevada: “púrpura
nevada o nieve roja”. Quiebra el silencio el canto de unos jilgueros que ha
comprado en el mercado y que se balancean dentro de una jaula. El estudiante
Martínez Ruiz aparta los libros de Derecho y comienza a leer al conde Lev
Nicoláievich Tolstoi y Ana Karenina ocupa el espacio y el tiempo del escritor.
Apartados en la mesa camilla de su habitación esperan turno “Las historias
Naturales” de Jules Renard y “El origen de las especies” de Charles Darwin.
El
alumno Martínez Ruiz, después del sufrido viaje Valencia-Granada, se matriculó el 15 de agosto de 1892 de Derecho Romano (asignatura suspendida en
1890/1891), Derecho Internacional Público, Derecho Político de primer curso, e
Historia del Derecho. Por las cuatro inscripciones de matrícula pagó 16 pesetas.
Aprobó en septiembre las cuatro
asignaturas que en Valencia había suspendido. Allí había logrado aprobar
Derecho Natural y Economía Política en junio del curso 1890/1891 y en la
convocatoria extraordinaria de enero, las dos asignaturas pendientes del curso
preparatorio (1888-1889), Metafísica y Literatura general y española ¡Azorín
suspendiendo Literatura! Historia Universal y de España fue la única asignatura
que aprobó en la preparación de su ingreso a la Universidad. Pura confusión
académica en el sereno y despistado joven anarquista teórico, que permaneció en
Granada durante siete meses.
Los
1.976 artículos del Código Civil tuvo que memorizarlos en la Edición Reformada,
que se hizo del mismo según la Ley de Bases de 11 de mayo de 1888, firmada por José
Canalejas y Méndez, ministro de Gracia y Justicia, y sancionada por la Reina
Regente en nombre del Rey Alfonso XIII. Al ser publicada la ley y después de
las enmiendas y ediciones consignadas en la edición oficial entró en vigor el
30 de julio de 1889 (‹‹Gaceta de Madrid›› núm. 211)
El
alumno Martínez Ruiz, José no sabía que, al
memorizar los 1.976 artículos del Código Civil, estaba asimilando la
forma interior del lenguaje jurídico, el respirar simétrico de su prosa.
Jacinto S. Martín
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