En los meses
de octubre/noviembre de 1980, Julio Cortázar dictó un curso sobre el cuento en
la Universidad de Berkeley publicado por Alfaguara en el año 2013 bajo el
título “Clases de Literatura”. Sostenía el escritor argentino que el cuento era
tan antiguo como la humanidad y suponía que
en las cavernas las madres y los padres ya les contaban cuentos a los niños
(cuentos de bisontes, probablemente). Luego en el lento curso de dos meses
llegó a definirlo como un escrito de orden cerrado frente a la novela a la que
consideraba un texto de orden abierto. La novela sería el cine, afirmaba; el
cuento, la fotografía. Después de despreciar las novelas superventas como
libros de vacaciones que sólo tienen la virtud de dar dinero a quien escribe,
pero que no son literatura, definió la novela-literaria, la bien construida, en
donde prima la función estética, como un lento combate de boxeo intelectual contra
el lector, al que debe vencer lentamente
a los puntos; el cuento, por el contrario, tiene que tumbar al lector por k.o.
El curso se
estructuró en dos partes: una, dedicada al relato fantástico en el que priman
el tiempo y la fatalidad, y al relato realista con ejemplos tomados de la
cultura universal; la otra, más interesante, dedicada a su evolución como
escritor y al análisis de su obra: los ‘cronopios’, sus cuentos insuperables
como “La noche boca arriba” o “Continuidad de los parques”, el análisis de
Rayuela y el desafío de “El libro de
Manuel”.
Afirmaba Cortázar que frente a la literatura francesa en la que
predomina la novela, en América Latina el cuento ocupa una posición de primera
fila no sólo desde el escritor, sino también desde el punto de vista del
interés del lector. ‘El matadero’ un cuento del siglo XIX del argentino Esteban
Echeverría se ajusta admirablemente a los posibles cánones de este género, aunque el ejemplo perfecto de cuento, decía
Cortázar, era ‘El barril de amontillado’ de E.A. Poe con menos de cuatro
páginas.
Distinguía el escritor argentino distintas etapas en la
elaboración del cuento ejemplificadas con relatos propios. Habló en la
universidad estadounidense de cuentos de tipo estetizante como ‘El Perseguidor’,
en donde el personaje Johnny Carter nos recordaba
a Charlie Parker, saxofonista y compositor de jazz. Entre los cuentos
metafísicos situó ‘Los premios’ y ‘Rayuela’.
En las lentas clases posteriores indicó que el cuento no se
consolidó hasta el siglo XIX en Francia. Los cuentos de Merimée, Villiers de l´Isle-Adam
y Maupassant fueron perfectos modelos en francés. Posteriormente en inglés destacaron
D.H.Lawrence, W.Faulkner y Katherine Mansfield y en lengua española, el
escritor argentino propuso los cuentos de Onetti, los de Aldecoa y los suyos usados
durante el curso como modelos analizables, precisando que ‘Historia de cronopios y de
famas’, ‘Un tal Lucas’, ‘La vuelta al día en ochenta mundos’ y ‘Último round’,
son pequeños textos del juego adulto-escritor-niño.
De
los cuentos fantásticos, el tiempo y la fatalidad centran los cuentos del
escritor argentino. Siguiendo el libro del inglés Dunne ‘Un experimento con
tiempo’ que fascinó a Borges, habló de
diferentes tiempos simultáneos o paralelos y no sólo el del reloj de pulsera y
el del calendario. Cortázar analizó pormenorizadamente tres cuentos: ‘El
milagro secreto’ de Borges, ‘Eso que pasó en el Arroyo del Búho’ de Ambroce
Bierce y “La isla a mediodía” del propio
Julio Cortázar en el que de nuevo se juega con el
desdoblamiento del tiempo y del personaje. En un accidente de aviación, el
piloto en la isla rescata a un hombre herido dentro del avión, él mismo.
Después de analizar a los tres grandes: Chéjov, Maupassant y
Horacio Quiroga, Julio Cortázar insistió en la idea de originalidad, destacando
que lo que se cuenta debe silenciar sin expresarlo una denuncia de
un estado de cosas, de un sistema en crisis, de una realidad humana vista como
negativa y profunda.
Granada, 22 de enero del año 2021
Jacinto S. Martín
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