Ángel Ganivet (1865-1898)
El martes 29 de noviembre de 1898, Ángel Ganivet, el solitario de Brunsparken, se arrojó a las frías aguas del Daugava (Dviná occidental) desde el vaporcito que lo trasladaba a la otra orilla del río. Algunos pasajeros y el personal del vapor lograron rescatarlo, pero, ya en cubierta, volvió a arrojarse al agua de la que se le extrajo sin vida.
La partida de defunción decía: “Número 701 del Registro de Óbitos correspondiente al año 1898. En el año de mil ochocientos noventa y ocho, el 17 de noviembre según el calendario ruso -por el romano, el 29- falleció en Riga Ángel Ganivet y García. Realizó el entierro el cura-vicario Tabenski, en el cementerio católico de San Miguel, el 21 de noviembre. Causa de la muerte: ahogado en estado irresponsable”.
El suicidio del escritor granadino en las aguas del Daugava en Riga marca el punto final de una enfermedad, cuyo agente causal, el Treponema pallidum, se fue incubando en tres etapas: En la primera, a un mes de la infección, la sífilis primaria se manifestó en forma de adenopatía (inflamación de los ganglios linfáticos), que curó en dos semanas.
La sífilis secundaria apareció a los dos meses, en forma de pseudogripe, pérdida de peso y adenopatías. Un exantema cutáneo maculo-paular cubrió su cuerpo. Tardó en curar varias semanas. En las cartas a su madre le informa de su permanente mala salud y describe los síntomas antedichos. También se alegra cuando por fin logra “entrar en caja”.
Esta sífilis latente y de baja expresividad clínica alcanzó la sífilis terciaria. Debió de aparecer diez años después de contraer la enfermedad y degeneró finalmente en neurosífilis, que terminó por provocar atrofia muscular y demencia.
Es la última etapa en la vida del solitario de Brunsparken, cuando habla del psícope y se ahoga en la tumba de pedernal de su conciencia.
Este es el caso clínico de Ángel Ganivet, perfectamente descrito en la denominada “pupila de Argyl-Robertson”, también conocida con el nombre de “pupila de prostituta”. Las pupilas son pequeñas, irregulares y no reaccionan a la luz. Así vemos la extraña mirada de Ganivet en la conocida fotografía del taller Nyblin en Riga.
No es punible en ningún sentido el suicidio de Ganivet, aunque la idea del mismo siempre estuvo presente en el escritor granadino:
“Entre el suicidio y la humillación profunda de la enfermedad que te convierte en guiñapo, hay que optar por lo primero. Siempre apoyé la idea del suicidio. Siendo estudiante de Derecho en la Universidad granadina, un compañero de curso se pegó un tiro delante de la verja de su novia. A don Ángel Manjón, catedrático de Derecho Canónico, no se le ocurrió otra cosa que hacernos rezar a todos en coro por el alma del suicida; yo abandoné el aula. Tengo la costumbre de arreglar mi vida no como la sociedad dispone; sino como yo quiero”.
En otro texto, el escritor granadino nos dijo: “Conocí en Bruselas una historia que me interesó: había muerto una mujer y luego su hijo por falta de una porción de cosas indispensables. El marido vendió algunos trastos, se compró una pistola, se acostó en la cama de matrimonio y se hizo polvo la cabeza. Esto es ser poeta a su modo: una sola frase escrita por el cañón de una pistola”.
Según sostiene Arcadio Ortega, “en 1898 el futuro inmediato del escritor granadino tenía mal destino: una silla de ruedas, el hospital de agónicos o ese trance furtivo de la liberación”. A pesar de su permanente obsesión por elegir en libertad la propia muerte, Ángel Ganivet no pudo hacerlo. Enfermo de sífilis, resuelta en neurosífilis, murió en las aguas del Daugava ahogado en estado irresponsable.
Granada, 26 de enero del año 2021
Jacinto S. Martín
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