A mis hijas Vero y Aixa, a su esfuerzo, a su inteligencia y a su ejemplaridad.
Aunque la vida es nada, como la piel del dátil, a veces late leve la mínima alegría que punza y quiebra por un momento el ténder de la monotonía. En la estación de Granada, un talgo de plata se disponía a marcar un tiempo nuevo que el reloj luminoso del andén, circular, imitador de luna, aún no marcaba. Esperaba Madrid, madre amorosa siempre, 'rompeolas de todas las Españas'. Los dedos rosados de la aurora acariciaban el paisaje cuando el silbato del jefe de estación quebró el silencio de la mañana de abril y el tintineo de la vieja campana quedó distante, repetido en el eco, en huida feliz.
Un silbido... y se marcó otra etapa
ResponderEliminarmientras el tintineo se alejaba,
en su fuga feliz, de la campana.
El tiempo circular se desteñía
ResponderEliminaren cuadro de blanduras dalinianas.
Esperaba Madrid, madre amorosa siempre, 'rompeolas de todas las Españas'.
ResponderEliminar'Rompeolas de todas las Españas' aparece en un poema de Antonio Machado.
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