miércoles, 2 de diciembre de 2020

La piel del dátil

 






A mis hijas Vero y Aixa, a su esfuerzo, a su inteligencia y a su ejemplaridad.

Aunque la vida es nada, como la piel del dátil, a veces late leve la mínima alegría que punza y quiebra por un momento el ténder de la monotonía. En la estación de Granada, un talgo de plata se disponía a marcar un tiempo nuevo que el reloj luminoso del andén, circular, imitador de luna, aún no marcaba. Esperaba Madrid, madre amorosa siempre, 'rompeolas de todas las Españas'. Los dedos rosados de la aurora acariciaban el paisaje cuando el silbato del jefe de estación quebró el silencio de la mañana de abril y el tintineo de la vieja campana quedó distante, repetido en el eco, en huida feliz.


En el andén de abril amanecía

cuando el reloj, satélite de luna,

marcó de nuevo para el sol su ruta.

El tiempo circular se desteñía

en cuadro de blanduras dalinianas.


Para cerrarse se anudó el recuerdo

en zumbidos de acero, 

en la igualdad brillante

de los raíles malvas del mañana. 


Luego, el jazmín del alba,

al descorrer la noche,                   

destacó del tren su perfil  de plata. 


Nacía un feliz tiempo 

para la novedad de la esperanza...


La ventana del tren me desdobló

en el alegre espejo de mis hijas 

y reflejó la madurez nerviosa

de las primeras canas.


Un silbido... y se marcó otra etapa

mientras el tintineo se alejaba,

en su fuga feliz, de la campana.


Granada, un amanecer de abril del año 2005.

Jacinto S. Martín


 

 

 

 

 

 


4 comentarios:

  1. Un silbido... y se marcó otra etapa
    mientras el tintineo se alejaba,
    en su fuga feliz, de la campana.

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  2. El tiempo circular se desteñía
    en cuadro de blanduras dalinianas.

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  3. Esperaba Madrid, madre amorosa siempre, 'rompeolas de todas las Españas'.

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  4. 'Rompeolas de todas las Españas' aparece en un poema de Antonio Machado.

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