sábado, 21 de noviembre de 2020

Manos en el andén




MANOS EN EL ANDÉN

Mi hermana siempre me recuerda subiéndome a un tren. En el andén muchas manos, precipitadamente, me decían adiós. Bajo la chapa protectora de la vieja estación, una chillería de murciélagos rompía el silencio verde que venía de los campos de trigo. 


 Las manos que te dicen adiós

te empujan sin quererlo.

¡Bajad las manos, estrechad las manos, 

apretad las manos!

 

No levantéis las manos para lanzar adioses,

semillas de nostalgia.

El tiempo es comunión y en la distancia

una mano en el aire es desunión y olvido.

 

Unid todas las manos, las cosas no merecen

prematuros adioses ni resoplantes máquinas

de trenes que se alejan.

         ¡La vida es un quedarse, nunca un irse!


No levantéis las manos,

sino para aplaudir la vuelta.

No levantéis las manos

más que para abrazar a quien llega de nuevo

o para palmear la espalda

de la felicidad de los regresos.

En el cálido amor de los bolsillos,

dejad las manos quietas.

 

No levantéis las manos

en el andén frío de los adioses. 

Un horizonte no debe ser

un puñado de manos que se elevan.


No agitéis la blancura del pañuelo.

No levantéis las manos,

pues quien se va, dolorido,

ni siquiera sabe por qué lo hace.

 

Arahal, octubre del año 1964.

 Jacinto S. Martín   

No hay comentarios:

Publicar un comentario