ARAHAL
Topónimo
documentado en 1342, procede del árabe Ar-rahal (al ser la r- una letra solar, modifica la l del artículo al 'el' y por asimilación la convierte en r-). Su significado es ‘cruce de
caminos’, ‘ lugar de descanso’, aunque también ‘ hato o majada’, lugar donde
los pastores guardaban sus ganados. Tiene en Irán una pequeñísima aldea
hermana con el mismo nombre, Arjal de poco más de 300 habitantes.
Nunca
las definiciones de un lugar o de una persona suelen ser exactas, precisas. Acertó
a definirlo poéticamente García Nieto, pregonero de las fiestas del verdeo del
año 1972. Arahal acababa de abandonar el artículo, y el premio Cervantes del
año 1996, amigo de Camilo José Cela que le ayudó a conseguirlo, nos dijo en
aquella ocasión: ‹‹ La A es una escalera bien levantada que te acerca a las gracias
aceituneras… Han podido ponerte un “El” delante./ Quien por el “El” pregunte
que no se asombre;/ te lo arrancaste un día con un desplante,/ porque sabes
quitarte lo que importuna/ y ese artículo puesto frente a tu nombre/ era como
el rabillo de la aceituna ››.
Arahal
sigue teniendo la perfección de la miniatura, abarcable, risueño y hermoso, un
pueblo para ser mimado como se mima a un niño. En la Corredera las once
palmeras abanican el albero canela y los catorce arcos de la fachada de su
ayuntamiento componen el mejor soneto arquitectónico de la geografía del Sur.
Bajo
el as de oro del sol en retirada que dora el casino, siempre late un sucedáneo
de la felicidad. Protegidos por el mágico triángulo del Ayuntamiento, el Casino
y la Casa del Aire, saboreamos la plaza de la Corredera, uno de los trapecios
más hermosos de la geometría de los pueblos sevillanos.
Roto
el silencio por los eurofighters de la base americana, mortíferas avispas en
pareja, relámpagos casi invisibles en el cielo alto seguidos por un trueno
sordo y prolongado, Arahal en el recuerdo es el mismo y nuevo hogar, perfumado con
un olor de siglos por el azahar de los naranjos, que mantiene por siempre el tacto suave, verde
esperanza, de la aceituna.
A R A H A L
(A mi hija Verónica)
Paraíso
de cal aceitunada,
albero
de canela sobre el suelo,
palmeras
dibujadas bajo el cielo
en
un azul de paz inmaculada.
Joya
de orfebre para ser amada
envuelta
en niebla como húmedo velo.
Torres,
veletas y cigüeña en vuelo.
Infancia
siempre alegre y recordada…
Siesta
canicular junto a la abuela,
niña
entre niños destilando amor
mientras
baila el solano con la vela.
Felices
en la plaza cada noche…
Prendido
a la pared, el resplandor
de
la salamanquesa como un broche.
Arahal,
verano del 92.
Jacinto
S. Martín
Prendido a la pared, el resplandor
ResponderEliminarde la salamanquesa como un broche.
Siesta canicular junto a la abuela, niña entre niños destilando amor, mientras baila el solano con la vela.
ResponderEliminarEstupendo retrato de tu pueblo. Eso siempre me ha maravillado de los andaluces genuinos (no como yo, que soy adoptado) y de ley: son de Arahal, qué bien, son andaluces, ahí es ná, son españoles, fantástico, son europeos, la repera ya, lo mejor de lo mejor.
ResponderEliminarMuchas gracias, Miguel. Un abrazo desde el cálido sur.
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