jueves, 19 de noviembre de 2020

Arahal


 

ARAHAL

 

Topónimo documentado en 1342, procede del árabe Ar-rahal (al ser la r- una letra solar, modifica la l del artículo al 'el' y por asimilación la convierte en r-). Su significado es ‘cruce de caminos’, ‘ lugar de descanso’, aunque también ‘ hato o majada’, lugar donde los pastores guardaban sus ganados. Tiene en Irán una pequeñísima aldea hermana con el mismo nombre, Arjal  de poco más de  300 habitantes.


Nunca las definiciones de un lugar o de una persona suelen ser exactas, precisas. Acertó a definirlo poéticamente García Nieto, pregonero de las fiestas del verdeo del año 1972. Arahal acababa de abandonar el artículo, y el premio Cervantes del año 1996, amigo de Camilo José Cela que le ayudó a conseguirlo, nos dijo en aquella ocasión: ‹‹ La A es una escalera bien levantada que te acerca a las gracias aceituneras… Han podido ponerte un “El” delante./ Quien por el “El” pregunte que no se asombre;/ te lo arrancaste un día con un desplante,/ porque sabes quitarte lo que importuna/ y ese artículo puesto frente a tu nombre/ era como el rabillo de la aceituna ››.


Arahal sigue teniendo la perfección de la miniatura, abarcable, risueño y hermoso, un pueblo para ser mimado como se mima a un niño. En la Corredera las once palmeras abanican el albero canela y los catorce arcos de la fachada de su ayuntamiento componen el mejor soneto arquitectónico de la geografía del Sur.


Bajo el as de oro del sol en retirada que dora el casino, siempre late un sucedáneo de la felicidad. Protegidos por el mágico triángulo del Ayuntamiento, el Casino y la Casa del Aire, saboreamos la plaza de la Corredera, uno de los trapecios más hermosos de la geometría de los pueblos sevillanos.


Roto el silencio por los eurofighters de la base americana, mortíferas avispas en pareja, relámpagos casi invisibles en el cielo alto seguidos por un trueno sordo y prolongado, Arahal en el recuerdo es el mismo y nuevo hogar, perfumado con un olor de siglos por el azahar de los naranjos, que mantiene por siempre el tacto suave, verde esperanza, de la aceituna.

 

 

 

 

 

A R A H A L

(A mi hija Verónica)

 

Paraíso de cal aceitunada,

albero de canela sobre el suelo,

palmeras dibujadas bajo el cielo

en un azul de paz inmaculada.

 

Joya de orfebre para ser amada

envuelta en niebla como húmedo velo.

Torres, veletas y cigüeña en vuelo.

Infancia  siempre alegre y recordada…

 

Siesta canicular  junto a la abuela,

niña entre niños destilando amor

mientras baila el solano con la vela.

 

Felices en la plaza cada noche…

Prendido a la pared, el resplandor

de la salamanquesa  como un broche.

 

Arahal, verano del 92.

Jacinto S. Martín


4 comentarios:

  1. Prendido a la pared, el resplandor

    de la salamanquesa como un broche.

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  2. Siesta canicular junto a la abuela, niña entre niños destilando amor, mientras baila el solano con la vela.

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  3. Estupendo retrato de tu pueblo. Eso siempre me ha maravillado de los andaluces genuinos (no como yo, que soy adoptado) y de ley: son de Arahal, qué bien, son andaluces, ahí es ná, son españoles, fantástico, son europeos, la repera ya, lo mejor de lo mejor.

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