miércoles, 2 de septiembre de 2020

Los santos inocentes








LOS SANTOS INOCENTES
Entonces Herodes al ver que había sido burlado por los magos, se enfureció terriblemente y envió a matar a todos los niños de Belén y de toda su comarca, de dos años para abajo… Entonces se cumplió el oráculo del profeta Jeremías: un clamor se ha oído en Ramá, mucho llanto y lamento. (Evangelio de Mateo, 2, 16-18)

Los informativos de las distintas cadenas de televisión persiguen  la noticia del día. Hoy, 1 de septiembre de este fatídico 2020, son los niños, los más pequeños, el objetivo de los que sin alma graban el sufrimiento de los inocentes que lloran al volver a la guardería, después de dejar el cobijo de sus padres. Van a ser los primeros santos perseguidos por los Herodes de turno, políticos profesionales que - con su inutilidad proverbial - los condenan a enfrentarse con la pandemia invencible de la COVID-19. Ellos, los más indefensos, serán la vanguardia del ejército de inocentes condenados por políticos inútiles que desde marzo no han sabido hacer  nada para solucionar un trágico problema. ¡No hay dinero en el mundo que pague el mínimo daño que se le haga a un niño!

El padre y la madre de los peoncillos de vanguardia, que van a sufrir el experimento en el tablero de la injusticia, deben sufrir la condena del trabajo para mantener un nivel de vida, que se ha convertido en nivel de muerte. Por eso deben abandonar a sus hijos en las guarderías. Montero, la inefable, afirma que ni siquiera les van a permitir la baja si los inocentes sufren el confinamiento, si alguno de ellos se contagia con el virus. Para colmo de males, Ayuso, en la cumbre de la estupidez, asegura que todos los niños acabarán contagiados. ¡Dios no lo quiera!

A las familias más pobres ni siquiera les llega el “suicidio de desempleo”. Sólo  han recibido la limosna de los casi 500 euros un uno por ciento de los peticionarios. Son  los mismos santos inocentes de siempre que Miguel Delibes retrató en la novela del mismo nombre que se publicó en 1981 y que hizo más por la justicia social que el mismo Carlos Marx. Todos somos Paco el Bajo, Azarías, el Quirce, el Rogelio, la Régula, humillados, olvidados, apartados, pisoteados por el Estado, un simbólico señorito Iván. Aunque la situación es ignominiosa, hasta se han atrevido ya a cazar a la ‘milana bonita’ de la infancia. En algunas zonas de la Andalucía profunda han definido la gestión de la pandemia de forma precisa, tajante: Esto que ocurre en España es la “cojonación”.

Los informativos de las distintas emisoras de televisión te acosan con los datos terribles, más terribles en España que en toda Europa. Casi todo es un gigantesco despropósito perfectamente desorganizado. Si no saben hacer nada, ¿Por qué no se les ocurre, por lo menos, copiar los métodos empleados en Grecia, Alemania, Portugal, Francia, Italia? Doblamos el número de contagiados de los de las naciones ejemplares en la lucha contra la pandemia. Se nos agobia una y otra vez desde los medios informativos, cuando necesitamos un poco de luz que aquí, por lo visto, nadie tiene, y un poco de agua limpia que nos purifique de tanto daño moral. Lo primero que falta,  cuando diariamente hay una lluvia torrencial de horrores, es el agua potable de la sensatez.

Buscando el agua evangélica del sosiego, conecto una emisora en la que la ministra de Educación confiesa que no puede hacer nada, aunque quisiera, porque las transferencias de Educación son de las Comunidades Autónomas.

Diecisiete comunidades ‘tontónomas’, incapaces. Y si la ministra no puede hacer nada, qué pinta  en el Ministerio,  por qué no desaparece el inservible Ministerio de Educación. Un gasto menos.

Cambio de emisora de radio y oigo al  ministro de Sanidad que confiesa que él no puede hacer nada, aunque quiera, porque las transferencias de Sanidad pertenecen a las 17 comunidades autónomas. Y cualquiera puede pensar que si no puede hacer nada, por qué no desaparece el Ministerio de Sanidad con  él incluido. Un gasto menos.

¡Jesús, Jesús, Jesús, qué cruz nos ha caído encima!

Almuñécar, 2 de septiembre del año 2020

Jacinto S. Martín






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