LOS SANTOS INOCENTES
Entonces Herodes al ver
que había sido burlado por los magos, se enfureció terriblemente y envió a
matar a todos los niños de Belén y de toda su comarca, de dos años para abajo…
Entonces se cumplió el oráculo del profeta Jeremías: un clamor se ha oído en Ramá,
mucho llanto y lamento. (Evangelio de Mateo, 2, 16-18)
Los informativos de las distintas cadenas de televisión
persiguen la noticia del día. Hoy, 1 de
septiembre de este fatídico 2020, son los niños, los más pequeños, el objetivo
de los que sin alma graban el sufrimiento de los inocentes que lloran al volver
a la guardería, después de dejar el cobijo de sus padres. Van a ser los
primeros santos perseguidos por los Herodes de turno, políticos profesionales
que - con su inutilidad proverbial - los condenan a enfrentarse con la pandemia invencible de la COVID-19. Ellos, los más indefensos, serán la vanguardia del
ejército de inocentes condenados por políticos inútiles que desde marzo no han
sabido hacer nada para solucionar un
trágico problema. ¡No hay dinero en el mundo que pague el mínimo daño que se le
haga a un niño!
El padre y la madre de los peoncillos de vanguardia, que van
a sufrir el experimento en el tablero de la injusticia, deben sufrir la condena
del trabajo para mantener un nivel de vida, que se ha convertido en nivel de
muerte. Por eso deben abandonar a sus hijos en las guarderías. Montero, la inefable, afirma que ni siquiera les
van a permitir la baja si los inocentes sufren el confinamiento, si alguno de
ellos se contagia con el virus. Para colmo de males, Ayuso, en la cumbre de la estupidez, asegura que todos los niños acabarán contagiados. ¡Dios no lo quiera!
A las familias más pobres ni siquiera les llega el “suicidio
de desempleo”. Sólo han recibido la
limosna de los casi 500 euros un uno por ciento de los peticionarios. Son los mismos santos inocentes de siempre que Miguel
Delibes retrató en la novela del mismo nombre que se publicó en 1981 y que hizo
más por la justicia social que el mismo Carlos Marx. Todos somos Paco el Bajo,
Azarías, el Quirce, el Rogelio, la Régula, humillados, olvidados, apartados,
pisoteados por el Estado, un simbólico señorito Iván. Aunque la situación es
ignominiosa, hasta se han atrevido ya a cazar a la ‘milana bonita’ de la
infancia. En algunas zonas de la Andalucía profunda han definido la gestión de
la pandemia de forma precisa, tajante: Esto que ocurre en España es la
“cojonación”.
Los informativos de las distintas emisoras de televisión te
acosan con los datos terribles, más terribles en España que en toda Europa. Casi todo es un gigantesco despropósito perfectamente desorganizado. Si
no saben hacer nada, ¿Por qué no se les ocurre, por lo menos, copiar los
métodos empleados en Grecia, Alemania, Portugal, Francia, Italia? Doblamos el
número de contagiados de los de las naciones ejemplares en la lucha contra la pandemia. Se nos agobia una y otra vez desde los medios informativos, cuando
necesitamos un poco de luz que aquí, por lo visto, nadie tiene, y un poco de
agua limpia que nos purifique de tanto daño moral. Lo primero que falta, cuando diariamente hay una lluvia torrencial
de horrores, es el agua potable de la sensatez.
Buscando el agua evangélica del sosiego, conecto una emisora
en la que la ministra de Educación confiesa que no puede hacer nada, aunque
quisiera, porque las transferencias de Educación son de las Comunidades
Autónomas.
Diecisiete comunidades ‘tontónomas’, incapaces. Y si la
ministra no puede hacer nada, qué pinta
en el Ministerio, por qué no desaparece
el inservible Ministerio de Educación. Un gasto menos.
Cambio de emisora de radio y oigo al ministro de Sanidad que confiesa que él no
puede hacer nada, aunque quiera, porque las transferencias de Sanidad
pertenecen a las 17 comunidades autónomas. Y cualquiera puede pensar que si no
puede hacer nada, por qué no desaparece el Ministerio de Sanidad con él incluido. Un gasto menos.
¡Jesús,
Jesús, Jesús, qué cruz nos ha caído encima!
Almuñécar, 2
de septiembre del año 2020
¡No hay dinero en el mundo que pague el mínimo daño que se le haga a un niño!
ResponderEliminar¡Jesús, Jesús, Jesús, qué cruz nos ha caído encima!
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