LOS
DINOSAURIOS SINTIERON QUE ALGO ANDABA MAL
Cuando despertó, el dinosaurio
todavía estaba allí. (Augusto
Monterroso)
Nunca sabremos en qué momento de hace millones de años los dinosaurios sintieron que algo andaba mal. Poco después de la terrible intuición, desaparecieron en una extinción masiva sin precedentes. Parte de la comunidad científica ha apostado, como causa de la hecatombe, por la gran actividad volcánica que se vivió en esa época. Sin embargo la teoría del vulcanismo no es cierta. En consecuencia, parece claro que el culpable fue un meteorito de 10 kilómetros de diámetro que impactó en la península de Yucatán (México) hace 66 millones de años.
La pesadilla de la extinción me despierta a las 5.45 a.m. Me
asomo a la ventana de mi dormitorio. El espectáculo es grandioso: la luna
menguante envuelta en un círculo de niebla preside la calle y se deja cortejar
por Marte que ha sustituido a Júpiter y que, mucho más bajo, enrojece débilmente el
verde campo de chirimoyos.
El tiempo corre con la precisión matemática del reloj de la
iglesia que se empeña en dividir el día en repetidos y sonoros cuartos. A las
doce gritan los niños del colegio vecino que aceptan las órdenes de distanciamiento y
vuelven al aula después de media hora de recreo.
Veo el informativo de las tres que anuncia que el
número de contagiados aumenta a pesar de la información del gobierno de la
nación. Hay ya contagios en más de 50
colegios de toda España. ¡Pobres niños! Ellos son la luz del mundo, la sal de la tierra, y nada, ni nadie, debiera
hacerles daño nunca.
También me sorprende la noticia referida a la viróloga china Li-Meng Yan, que ha huido a EE.UU y que sostiene que el COVID-19 se concibió en el laboratorio de Wuhan controlado por el gobierno chino. Paradójicamente, los presuntos inventores de la pandemia afirman que el sistema comunista-consumista chino se ha librado ya de la mortal amenaza, sin decirnos cómo. Todo crea un profundo desasosiego.
El sol de la tarde
acorta en el suelo la sombra de las palmeras, que bailan al son que les marca
el viento cálido de levante. Como cada fin de semana los desconcertados desclasados de la clase
media han aparcado sus coches a uno y otro lado de la calle ocupándola por
entero. Al atardecer pasan hacia el hotel de enfrente las familias: padre,
madre y dos niños, uno en la sillita, otro andando. Traen de la playa un poco
de sol y sal, alguna arena y el viejo sinsabor de la felicidad nunca completa. La gente
se conforma con poco, sólo quiere un poco de paz.
Necesitamos agua limpia que borre, aunque sólo sea por un momento, la lluvia torrencial de malas noticias que caen sobre los viejos dinosaurios, quiero decir sobre la pobre gente, desde la tele, las emisoras de radio, la prensa escrita o digital, y la atosigante información intencionada de los antiortográficos whatsapps y de los facebooks.
Casi nada, que dependa de los políticos,
marcha bien: confina-miento, distancia-miento, aplaza-miento, endeuda-miento, procesa-miento…
Mienten, aunque no engañan Hay mucho
terrorismo informativo: casos de corrupción, denuncias, mala gestión de la
COVID-19, mientras hay gente - pobres dinosaurios – que se consume en las camas
de hospital.
Desde hace casi un año, la pandemia ha causado en el mundo 28.000.000 de contagiados y más de un millón de muertos. Todos
nosotros, pobre gente, hemos sentido desde hace tiempo que algo no andaba bien.
Han caído inexorablemente las persianas del día y el mundo a
oscuras se pinta a carboncillo: árboles,
casas, montañas…
El malestar es tanto, que me miro en el espejo del cuarto de
baño y veo, horrorizado, que, después de millones de años, el dinosaurio aún está aquí.
Almuñécar, 14 de septiembre del año 2020.
Jacinto S. Martín
Han caído inexorablemente las persianas del día y el mundo a oscuras se pinta a carboncillo: árboles, casas, montañas…
ResponderEliminarCuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí. (Augusto Monterroso)
ResponderEliminarAl atardecer pasan hacia el hotel de enfrente las familias: padre, madre y dos niños, uno en la sillita, otro andando. Traen de la playa un poco de sol y sal, alguna arena y el viejo sinsabor de la felicidad nunca completa. La gente se conforma con poco, sólo quiere un poco de paz.
ResponderEliminarTodos nosotros, pobre gente, hemos sentido desde hace tiempo que algo no andaba bien.
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