jueves, 4 de junio de 2020

O neno da gaita









A mi amigo Nemesio García del Carril, magister maximus , autor de la música de la serie de televisión “Los Gozos y Las Sombras” realizada sobre la novela de Torrente Ballester.

«La música es una revelación mayor que toda la sabiduría y la filosofía.» [Beethoven]

Aquella mañana tuvimos que evaluar a Barbeito. ¡Qué gran tipo Barbeito! Jonás Barbeito, natural de Jabalcuz, era irresponsable y feliz. A todos nos pareció siempre un personaje cordial, tan cordial que muchos pensábamos que acabaría sufriendo un infarto. No era así. Cuando la gente lo conocía bien, deducía que su cordialidad era sólo un paripé.

Nemesio y yo bajamos, pues, a los infiernos donde se ubica el aula de Música. Cuando algunas veces, muy pocas, subíamos al cielo de los laboratorios, lo hacíamos lentamente en ascensor: «el cielo puede esperar». A las mazmorras didácticas, sin embargo, bajábamos deprisa, pues eran frecuentes los «alumnizajes» sobre los hombros d´os cadeireiros. Alguien había hecho desaparecer del frontispicio del búnker que te llevaba «ad inferos» el dantesco «abandonad toda esperanza»... de enseñar nada a nadie.

Los maleducados educandos habían aprendido que estaban en una institución de grito largo, y chillaban escaleras abajo, cangureando el trayecto en donde una luz ardía con los papeles de los chicles. Olía a cuerno quemado como si el padre del infractor se estuviera consumiendo en la lámpara.

 Aquella enciclopédica mañana, sólo se embalsamó con el recuerdo de unos tordos que en los árboles cercanos silbaban largamente. Unas «logsianas», yogurtizadas, bailaban como cabra de gitano en el corredor que llevaba al patio. ¿Qué hacéis? – «Ignasia». El chinchimpún de un transistor enorme, como de emigrante español en Alemania, hacía temblar el estrecho pasillo.

Pacientemente, el panel del fondo a la izquierda, abajo, se había quebrado a puñetazo limpio, y punching inmóvil anunciaba ya una muerte segura en el combate interminable de nueve meses. El parto era inminente: un puñetazo más y saldrían a la luz los cachivaches allí arrumbados.

 Aquella mañana, creo que lo dije, tuvimos que evaluar a Barbeito. Zumbaba el infierno del sótano. Un vaho de «alumnina» —fuerte como el oleón— subía escaleras arriba. Ya olía a tigre en el desdichado circo y aún no era primavera. Sonaba la música, se instalaba la música, se imponía la música. Entonces «o demo» huía por momentos del búnker de cemento. Se transformaba así «a cadeira» y «o neno da gaita», así llamaban al maestro García del Carril cuando era niño, hablaba a otros desde la circunvolución frontal izquierda del cerebro, donde a veces —dicen— se instala el alma.

Una dulce sensación de agua menuda humedecía las almas no plastificadas; incluso, algunas quedaban ensartadas en las finas agujas de la lluvia. Silencio... Alguien había expulsado al «diaño» de la ignorancia y había instalado en el alma de los alumnos a los mensajeros de los dioses. La palabra, la música, el silencio, sofocaban la inmensa llamarada de la indiferencia. Allí alguien que aún no distinguía las dos realidades —la de fora y la de dentro— se esforzaba por dar luz al espíritu. La luz que hay que sacar como agua de pozo, siempre con la ayuda de una mujer, no importa si es de Samaria. La luz real, la del espíritu está hecha de música y de palabras. Por eso es preciso cazar sonidos nuevos y nuevas palabras, porque de lengua y de música está hecho lo imaginario.

 «Yo era pequeño y me llamaban para tocar la gaita en los pueblos cercanos al mío. En los caminos, en los bosques, en los ribazos de los ríos, no centro do silencio siempre tenía miedo. Volvía de noche y me cruzaba cos homes que viñan de mocear nas aldeas do monte, Sobrado arriba ou Muruxosa abaixo, cando a noite encirraba os cans do medo. O río da memoria é un regato, pero aún siento cómo los árboles se agigantaban y me amenazaban. Yo buscaba otros caminos, pero siempre palpaba la existencia de seres invisibles. En el bosquecillo de buxos, el roncón del viento me acechaba, la gaita grileira de los pájaros me hacía temblar.

En mi interior sonaba, no obstante, la melodía callada, llena de silencios, lenta, acompasada, maxestosa, de una dulce gaita siempre ausente.» Así habló o algo parecido dijo, o neno da gaita que vino del norte, de la lluvia, de los castaños, de los bosques de helechos, para apagar el incendio ignorante de los niños del sur —locos inimputables perdidos en el tiempo— como tú y como yo —porque el tiempo es un engaño de los dioses.

Aquella mañana tuvimos que evaluar a Jonás Barbeito —¡gran chico Barbeito!—. En toda la mañana, mendigo de mí mismo, sólo recibí dos monedas con que alumbrarme el alma: el largo silbido del tordo y la ilusión con la que una cabeza botticcelianamente rubia me decía que sí, que me entendía. Quise creerla y le pordioseé con los ojos el «le sigo»
.
 El otoño se filtraba por el ventilador del aula de Música. Si en algo aprecias tu olfato, nunca se te ocurra ponerlo en marcha. Desde el tragaluz una lluvia amarilla caía dulce al patio. Crujía el color impregnado de niebla bajo la música del viento de noviembre. Una melancólica música galega recorrió el desalmado búnker. O neno venido desde casi el «fin de la tierra» había amansado al monstruo de treinta y tres cabezas del primero A. Luego, por fin, cuando sonó el timbre, evaluamos al memorioso Barbeito, que —dando pancadas por las escaleras— se marchó del centro.


GRANADA, noviembre del año 2000

Jacinto S. Martín













5 comentarios:

  1. " Volvía de noche y me cruzaba cos homes que viñan de mocear nas aldeas do monte, Sobrado arriba ou Muruxosa abaixo, cando a noite encirraba os cans do medo".

    "Volvía de noche y me cruzaba con los hombres que venían de galantear en las aldeas del monte, Sobrado arriba o Muruxosa abajo, cuando la noche azuzaba a los perros del miedo".



    no centro de si

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  2. ...los «alumnizajes» sobre los hombros d´os cadeireiros.
    ... la caída de los alumnos sobre los hombros de los catedráticos.

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  3. Fantástico relato Jacinto, me ha encantado, enhorabuena!

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    1. Muchas gracias, José Luis. Ayer estuve hablando con Nemesio y hoy quise rendirle un sencillo homenaje de amistad con uno de los relatos incluidos en el libro ' Una imprecisa línea de luz'.

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