EN LAS PAREDES CONFIESO
A
mi hermana Amparo
Es noviembre y llueve.
Las nubes le han regalado espejos a la
ciudad y la han perfumado con ozono
azul. La ciudad se ve hermosa reflejada en los charcos y en la blanda superficie
mojada de las avenidas y las calles por las que resbalan con húmedos
susurros los coches. Mil espejos para la belleza que ocultó la sequía del
verano.
Pienso en ti en el
silencio de la noche. Hoy te he visto. Pasabas con la calculada y serena majestad
de una reina. Yo escribí con mi spray rojo en la pared:
“La lluvia no
te moja, su repiqueteo en la calle solo aplaude tu paso.”
Me has mirado y te has ido despacio, imperceptiblemente como se
agota el tiempo. El primer beso se da con la mirada. Quise decirte: ¡Mírame!,
pero te has ido con las ráfagas del viento que acompañan la lluvia. Al irte
grafiteé una valla publicitaria:
“Te he seguido y he
besado tu sombra, y en mis labios ha quedado el regusto amargo de tu ausencia.”
No lo sabes, pero malvivo
en el andén de la estación junto a las despedidas y las voces y los trenes que
llegan y los trenes que se alejan. En la estación puedes leer:
“Me oculto mi
amor para encontrarme; me oculto, mi amor, para encontrarte. Es un acierto dejar
pasar los trenes en la noche…”
Desde entonces tu
nombre envenena mis sueños. Te has ido y
la pared sangró:
“Un hombre
hecho de soledad, de amor, de sueño, acaba de mirar tu permanente ausencia. En
el río irreparable de los años, el cielo es tu presencia; el infierno, tu
ausencia.”
Con el spray rojo
mancho de esperanzas las paredes encaladas, los muros desconchados, las vallas
publicitarias para decirte que te amo.
“¡Ay, quién
pudiera beber el vino dulce de tu bodega!”
Así quedó escrito
frente a tu casa. Te espío desde la
acera mientras pasas cada mañana. Al día siguiente te dije en la valla
publicitaria de tu calle:
“Cuando por la calle pasas, canciones de amor eterno te silba el
viento en las ramas.”
Te hablo desde el
silencio encalado de las paredes. “Je t´aime” dejé
la primera vez frente a tu casa y te vi que mirabas mi confesión de eterno y
oculto amor. Desde entonces los grafitis te acosan, te llaman, te gritan desde
todos los muros de la ciudad:
“Yo escribo
porque pienso que me lees; tú lees porque piensas que te escribo.”
Te veo leer cada mañana
mi confesión de amor. Detenida ante el muro, cuaderno improvisado de mis
deseos, lees despacio, giras la cabeza y ves que nunca estoy. Solo mi espíritu
te habla desde las paredes de la ciudad.
He pensado huir de ti. Lo mejor que le puede pasar a un poeta es que lo deje
una mujer y a mí ya me abandonaron. No quiero repetir el dolor de estar vivo.
“Mi amor por
ti no envejecerá”, “Puedes estar lejos de mí, pero no de mis pensamientos” te
escribo en todos los muros de la ciudad y tú me sigues, amor, con la mirada.
Cartas de amor en el cuaderno blanco de las paredes.
Vivo en un viejo
almacén de la estación que me ha dejado el jefe de estación para que no muera de
frío en un banco del andén. ¡Dios se lo pague! Le he entregado dos
libros escritos por mí con los centenares de grafitis que han adornado durante un mes las paredes de esta ciudad. Es mi regalo por si tengo que irme. Eso es todo lo que tengo.
Hoy el jefe de estación
ha visitado a doña Jimena de Sherry y le ha entregado los dos libros.
- ¿Y él?
- Murió hace dos días. Solo estuvo aquí este mes. Venía muy enfermo de no se sabe dónde.
En los libros solo figuraba L.N.T. Seguía lloviendo en la
ciudad con la tristeza oscura de las bodegas. Es noviembre y llueve. Las nubes
le han regalado espejos a la ciudad y la han perfumado con ozono azul. La ciudad
se ve hermosa reflejada en los charcos y en la blanda superficie mojada de
las avenidas y las calles por las que resbalan con húmedos
susurros los coches. Mil espejos para la belleza que ocultó el rojo latigazo del verano.
Es noviembre y llueve. Las nubes le han regalado espejos a la ciudad y la han perfumado con ozono azul. La ciudad se ve hermosa reflejada en los charcos y en la blanda superficie mojada de las avenidas y las calles por las que resbalan con húmedos susurros los coches. Mil espejos para la belleza que ocultó el rojo latigazo del verano.
ResponderEliminar“Cuando por la calle pasas, canciones de amor eterno te silba el viento en las ramas.”
ResponderEliminar“¡Ay, quién pudiera beber el vino dulce de tu bodega!”
“Yo escribo porque pienso que me lees; tú lees porque piensas que te escribo.”
ResponderEliminarQuise decirte: ¡Mírame!, pero te has ido con las ráfagas del viento que acompañan la lluvia. Al irte grafiteé una valla publicitaria:
ResponderEliminar“Te he seguido y he besado tu sombra, y en mis labios ha quedado el regusto amargo de tu ausencia.”
“Me oculto mi amor para encontrarme; me oculto, mi amor, para encontrarte. Es un acierto dejar pasar los trenes en la noche…”
ResponderEliminar“Un hombre hecho de soledad, de amor, de sueño, acaba de mirar tu permanente ausencia. En el río irreparable de los años, el cielo es tu presencia; el infierno, tu ausencia.”
ResponderEliminarMi amor por ti no envejecerá.
ResponderEliminarYo escribí con mi spray rojo en la pared:
ResponderEliminar“La lluvia no te moja, su repiqueteo en la calle solo aplaude tu paso.”
Me has mirado y te has ido despacio, imperceptiblemente como se agota el tiempo. El primer beso se da con la mirada. Quise decirte: ¡Mírame!, pero te has ido con las ráfagas del viento que acompañan la lluvia.
ResponderEliminarMil espejos para la belleza que ocultó el rojo latigazo del verano.
ResponderEliminarPienso en ti en el silencio de la noche. Hoy te he visto. Pasabas con la calculada y serena majestad de una reina. Yo escribí con mi spray rojo en la pared:
ResponderEliminar“La lluvia no te moja, su repiqueteo en la calle solo aplaude tu paso.”
Es noviembre y llueve. Las nubes le han regalado espejos a la ciudad y la han perfumado con ozono azul. La ciudad se ve hermosa reflejada en los charcos y en la blanda superficie mojada de las avenidas y las calles por las que resbalan con húmedos susurros los coches. Mil espejos para la belleza que ocultó el rojo latigazo del verano.
ResponderEliminarL.N.T.: Lev Nicoláievich Tolstói, murió de neumonía en una estación de ferrocarril un 20 de noviembre de 1910. Como homenaje al escritor ruso, puse las iniciales de su nombre y apellidos.
ResponderEliminarAutor de 'Guerra y paz' y 'Ana Karenina', el conde Lev Nikoláievich Tolstói (en ruso, Лев Николаевич Толстой) nació en Yasnaia Poliana en 1828 y murió en Astapovo en 1910.
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