miércoles, 21 de septiembre de 2022

Niños en el 'cole'

 





NIÑOS EN EL ‘COLE’

 

Alguien posiblemente colgó  de la bóveda azul con un hilo invisible de luz unas algodonosas nubes blancas con las que se adornaban las palmeras de abanico, siempre ancladas en la esperanza y sometidas unas veces al viento del este, otras al viento del oeste. Un punto de luz blanca se había fijado en una de las cúpulas del cercano hotel. Un rumor insistente de niños se dejaba oír permanente y lejano en un horizonte de ilusiones pequeñas, hasta dejar sin voz el rugido del mar cercano que restallaba como un látigo azul en la orilla de la playa. Los cerros, entre luces y sombras, azules y violetas cerraban a lo lejos el escenario semicircular. En el crepúsculo, estos estériles cerros silenciosos apresurarán la noche con su sombra, que - imperceptiblemente - siempre se advierte como un grato declinar.

Aún barquilleaba la luna menguante en el cielo iluminando el verde oscuro del campo cuando vi entrar en el cole al primer alumno. Eran las ocho menos veinte. Su padre lo deja aparcado en el cole, pues él tiene que incorporarse al trabajo. Luego lo recogerá a las 4'30 después de haberlo tenido en el comedor.

¡Demasiado sacrificio callado! 

Al cole, situado a cien metros del mar y rodeado de un extenso campo de aguacates y de chirimoyos, llegaron más tarde, al clarear el día, la mayoría de los chiquillos. Vienen en bicicletas, en motos, en patines, en coches o en autobús. Muy pronto ha amanecido en todas las persianas que miran al oriente. Los han recibido con una canción de Serrat, que se repetía machacona hasta que se formaban las filas. ‘Hoy puede ser un gran día’ repetía la voz ronca del catalán, para grabar en la memoria infantil un mensaje de esperanza para siempre. Dio las nueve campanadas el reloj de  la torre de la iglesia que se alzaba sobre todos los ruidos del pueblo blanco.

La inocencia del mundo se reflejaba en el frágil espejo de los niños. Yo los amo dulcemente, mucho más desde que mi nieto vino para estar entre nosotros. No saben, ¡pobres míos! que cada uno de ellos es un paréntesis que se acaba de abrir. Y sin embargo una inmensa alegría desborda los patios, una dulce y suave alegría septembrina.

A las 11.30 la banda  sonora de Harry Potter abre misteriosa y agradablemente el recreo. El patio-recreo es el declive por el cual se derrama el cielo en el espacioso cole. Gritos, carreras, partidos de fútbol hasta que a las 12 de nuevo la agradable y magistral banda sonora de John Williams cierra los juegos. En un trozo de bocadillo caído una paloma picoteaba su sombra.

Antes de la llegada puntual (14 horas) del autobús escolar que mancha un poco el aire con el gasoil y rompe el silencio aquietado con el  ruido del  motor, da Camila Cabello con su melodiosa ‘Havana’ el aviso del ‘prepárense, listos, ya’. Luego, carreras y chillidos agudos como cantantes de óperas se desatan hasta quedar sentados en el ómnibus que parte rápido… Se cierra otra mañana mientras siguen bailando con el viento las palmeras y sus alargadas sombras.

Y siempre igual, encadenados a la rutina - la noria de los días - los enérgicos niños y los explotados padres se someten al amanecer a una actividad de la mente sin base ni propósito claro.

Almuñécar, 21 de septiembre del año 2022.

Jacinto S. Martín








1 comentario:

  1. Que te voy a contar , si yo acabo de venir.... precioso Jacinto como siempre , un abrazo.


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