domingo, 9 de enero de 2022

La consulta

 




LA CONSULTA

A mi hermana Amparo y a mi sobrino Ignacio.

Cuando Elpidio Ariza llegó a la consulta del internista, vio que la Sala de Espera era amplia, ventilada, solitaria. Esperó unos minutos hasta que una voz desde el interior de un despacho ordenó:

 - El siguiente.

Entonces Elpidio, con la inseguridad de sentirse por debajo del dueño de la voz mandona, pidió permiso para entrar al despacho. 

¿Se puede?

-        Pase, pase.

-         A ver, ¿ qué le pasa a usted?

-         Mire, usted, don Antonio, es que tengo rojeces en las piernas y no se me quitan, y además tengo toneladas de pereza, una infinita pereza. He ido al dermatólogo y me ha dicho que no es asunto de Dermatología.

-         A ver, bájese el calcetín de la pierna izquierda. ¡Más ligeros los he visto yo!

-    Ahora, bájese el de la pierna derecha. ¡Más ligeros los he visto yo! ¡Qué pachorra, Dios mío!

-         ¿Qué cree, usted, don Antonio que puede ser lo mío?

-         Lo suyo es vejez combinada con anhedonia y  la consiguiente oblomovitis, afirmó con toda seguridad. 

       ¿Pero "vejez de la frontera"? 

        Elpidio, ¿usted está sordo como una tapia o se lo hace?

       Es la segunda vez que me lo dicen…

-        Si un hombre te dice que eres un camello, no le hagas caso. Si te lo dicen dos, mírate en un espejo.

-         Por cierto, ¿se ha vacunado, usted?

-         No, tengo miedo a que se me  formen trombos y entregue la cuchara antes de tiempo, dijo Elpidio Ariza del Olmo.

-         Se le pueden formar trombos o no, dijo enfáticamente el doctor.

-         Las vacunas que se están poniendo, Elpidio, son seguras, estables y eficaces,  están fabricadas con ARN mensajero que entra en las células y contiene la información genética necesaria para la síntesis de antígenos, y ya  nuestro sistema inmune reacciona produciendo los anticuerpos correspondientes y quedamos así protegidos del virus, afirmó don Antonio Mata con toda seguridad. Es la misma opinión que sostiene el gobierno de la nación y usted debe saber, Elpidio, que el  gobierno y nuestros políticos son personas informadas y nunca mienten... ¿Se ha enterado usted de lo que le acabo de explicar?

-      Me he enterado de todo, don Antonio, pero el miedo y yo somos libres, don Antonio. Este con el don y la bata blanca me está ganando la partida, pensé…

-     Usted, ¿por quién me ha tomado? No permito que el camello se suba encima del  beduino, ¿enterado?

-         Por un gran “linternista”, dije algo confuso.

-         ¡Sí, linternista para  alumbrar su ignorancia, animal de bellota! - le oí decir sotto voce.

-         Perdone, usted, don Antonio, ¿pero  me va a mandar algo para lo mío?

-         Vaya usted a que le hagan pruebas de todo: audiometrías, ecografías, electrocardiogramas, análisis de sangre, análisis de orina, tacto rectal, radiografías, análisis y ubicación de otolitos, revisión del cóndilo, embarazo… lo que haga falta.

-         Mire, usted, doctor, yo lo que tengo es la tensión muy alta. Usted me dirá qué tengo que hacer.

-         Mira, Elpidio, se toma usted la tensión tres veces todas las tardes, dejando entre toma y toma 15 minutos. Después de la tercera, se queda con la más baja. ¿Está claro?

        ¿Y?     - Pues eso.

-         Don Antonio, el embarazo va a ser difícil.

-         Nunca se sabe, están los tiempos muy raros, dijo el fantasma de blanco.

-    Elpidio, vivimos pendientes de un hilo y hay que asegurarse de todo y de todos, empezando por mí.

-     Claro, ahora yo puedo salir, caerme por las escaleras y partirme las dos piernas a la altura de las corvas.

-         Me miró por encimas de las gafas y me dijo:

-         O yo.

   Me costó hacerme las pruebas, porque tardé en encontrar el sanatorio. Era Navidad, un tiempo de consumo y de aparente alegría. Cuando llegué a la zona de Cardiología, vi que los pasillos estaban adornados con cadenetas y sonaba a toda pastilla "El corazón partío" de Alejandro Sanz. Me vio un cardiólogo cordial y me dijo que todo iba bien.

   Luego, me perdí por los pasillos del hospital para hacerme el resto de las pruebas.  Se lo dije al médico de guardia y va el tío y me dice que lo mío es asomatognosia, desconocimiento de dónde se encuentra mi propio cuerpo. 

    Después de una semana de pruebas médicas, me pasaron  a la segunda planta y quedé internado con el número 222. Ya no recuerdo nada más. Desperté al cabo de seis días, me dijeron, y comprobé que tenía una herida en el vientre grapada a modo de cremallera de pantalón vaquero. A la media hora una enfermera amable, sonriente y con la mirada perdida, me trajo a Elpidín. 

    ¡Ha tenido suerte!- dijo la joven- ¡Es más bueno!...

Granada, 9 de enero del año 2022

Jacinto S. Martín

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