INDICACIONES
PARA MANIPULAR A LA DESCLASADA CLASE MEDIA
Los componentes de la
clase media son en general ‘buena gente’ y fácilmente manipulables. Todos los
manejan durante todo el año, pero principalmente ‘de Virgen a Virgen’ entre el 16
de julio y el 15 de agosto. En este momento alcanzan su plenitud en las playas,
para luego ‘desmorenarse’ poco a poco: de un negro-negro a un mulato decolorado, que degenera definitivamente en un blancuzco
níveo parcheado a mediados de septiembre.
Antes, después de
vacunarlos con la ‘pfizer’, a los obedientes desclasados los han convencido
fácilmente desde los mass-media. Ordena el gobierno de turno que hay que
reparar la maltrecha restauración y los vacíos hoteles con aparente lujo de cine, en
donde camareros de pies ligeros y ‘kelis’, que tejen lo destejido una y otra
vez, malviven con un escaso sueldo.
Antes de emprender el
corto vuelo de una semana de vacaciones, las teles de garrafón y las radios de fritanga los han convencido de que
un 40% de subida de la luz no es tanto y
de que hay hora valle y hora llana o
intermedia en donde se consume menos y de que eviten la hora puta (punta, quiero
decir) en la que la electricidad es sólo para mangantes (magnates, digo).
Las sumisas teles de garrafón
y las siempre obedientes radios de fritanga les han ofrecido un trampantojo de la realidad: playas
paradisíacas para ‘recargar las pilas’ en el estrépito de olas azules que
muerden la arena con el mordisco blanco de la espuma y una resaca sonora y
monótona, la misma de siempre. Los inconvenientes nunca salen en pantalla ni
se oyen en las cuñas radiofónicas: el pateo de los niños del piso de arriba que
chillan como sólo los niños saben hacerlo, o el incívico vecino del piso de
abajo que fuma porros en su terraza y que te ahúma la tuya con un olor dulzón
oscuro nauseabundo.
Les ocultan el mal tiempo, si lo hubiera, las
picantonas medusas de 40 kilos, el desagradable graznido de las gaviotas, la suciedad de las palomas que te regalan la pegajosa 'paz' impresa en las ventanas, la
bulla en la arena en la que un solo
grano en donde clavar la sombrilla vale su peso en oro y el precio de papel-couché de los
pescados de roca. Los convencen también
para llevarse al perro, que pasea carleando por lugares desconocidos que le
importan un pito; no les informan del cansancio del atardecer cuando vuelven
con los niños al hotel – casi siempre dos, la parejita - para que gasten en él los pocos ahorros que guardan.
¡Consume y consúmete en
el falso paraíso!, parece ser la orden emanada por la autoridad incompetente. Siento tristeza cuando oigo los pasitos de los niños y las ruedecillas de sus maletas por la acera de enfrente. El ciclo se había cerrado la noche anterior con unos fuegos artificiales, y luego vuelve a casa, y alégrate
de que no entraron y te la desvalijaron, y prepárate para ir al suplicio.
Que la monótona rueda del trabajo no se detenga, para que así la falsa máquina
del progreso siga girando una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez...
Granada, 3 de septiembre de 2021
Jacinto S. Martín
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