viernes, 3 de septiembre de 2021

Indicaciones para manipular a la desclasada clase media






INDICACIONES PARA MANIPULAR A LA DESCLASADA CLASE MEDIA

Los componentes de la clase media son en general ‘buena gente’ y fácilmente manipulables. Todos los manejan durante todo el año, pero principalmente ‘de Virgen a Virgen’ entre el 16 de julio y el 15 de agosto. En este momento alcanzan su plenitud en las playas, para luego ‘desmorenarse’ poco a poco: de un negro-negro a un mulato decolorado, que degenera definitivamente en un blancuzco níveo parcheado a mediados de septiembre.

Antes, después de vacunarlos con la ‘pfizer’, a los obedientes desclasados los han convencido fácilmente desde los mass-media. Ordena el gobierno de turno que hay que reparar la maltrecha restauración y los vacíos hoteles con aparente lujo de cine, en donde camareros de pies ligeros y ‘kelis’, que tejen lo destejido una y otra vez, malviven con un escaso sueldo.

Antes de emprender el corto vuelo de una semana de vacaciones, las teles de garrafón y las  radios de fritanga los han convencido de que un 40% de subida de la  luz no es tanto y de que hay hora valle  y hora llana o intermedia en donde se consume menos y de que eviten la hora puta (punta, quiero decir) en la que la electricidad es sólo para mangantes (magnates, digo).

Las sumisas teles de garrafón y las siempre obedientes radios de fritanga les han ofrecido un trampantojo de la realidad: playas paradisíacas para ‘recargar las pilas’ en el estrépito de olas azules que muerden la arena con el mordisco blanco de la espuma y una resaca sonora y monótona, la misma de siempre. Los inconvenientes nunca salen en pantalla ni se oyen en las cuñas radiofónicas: el pateo de los niños del piso de arriba que chillan como sólo los niños saben hacerlo, o el incívico vecino del piso de abajo que fuma porros en su terraza y que te ahúma la tuya con un olor dulzón oscuro nauseabundo.

Les ocultan el mal tiempo, si lo hubiera, las picantonas medusas de 40 kilos, el desagradable graznido de las gaviotas, la suciedad de las palomas que te regalan la pegajosa 'paz' impresa en las ventanas, la bulla en  la arena en la que un solo grano en donde clavar la sombrilla vale su peso en  oro y el precio de papel-couché de los pescados de roca.  Los convencen también para llevarse al perro, que pasea carleando por lugares desconocidos que le importan un pito; no les informan del cansancio del atardecer cuando vuelven con los niños al hotel – casi siempre dos, la parejita -  para que gasten  en él los pocos ahorros que guardan.

¡Consume y consúmete en el falso paraíso!, parece ser la orden emanada por la autoridad incompetente. Siento tristeza cuando oigo los pasitos de los niños y las ruedecillas de sus maletas por  la acera de enfrente. El ciclo se había cerrado la noche anterior con unos fuegos artificiales, y luego vuelve a casa, y alégrate de que no entraron y te la desvalijaron, y prepárate para ir al suplicio. Que la monótona rueda del trabajo no se detenga, para que así la falsa máquina del progreso siga girando una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez...

 Granada, 3 de septiembre de 2021

Jacinto S. Martín


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