jueves, 12 de agosto de 2021

Mañanas de Capitán Trueno y cromos de verano





MAÑANAS DE CAPITÁN TRUENO Y CROMOS DE VERANO

 

El Capitán Trueno es la serie más exitosa de la historia del cómic español. Fue creada en 1956 por el guionista Víctor Mora Pujadas y el dibujante Miguel Ambrosio Zaragoza (Ambrós). Yo recuerdo las mañanas de lectura del Capitán Trueno en la casa de un vecino, Antonio Ruiz, al que nunca he vuelto a ver, que tenía el buen gusto de comprar todas las semanas el número nuevo de la serie. Aquellas mañanas  de lecturas nos deben ser descontadas de la estancia en el paraíso de los sueños, pues durante una hora, hora y media, se condensaba el tiempo entre las ‘pilistras’ de un fresco patio recién regado. Estábamos en el bosque domesticado de las plantas de la casa, pero nuestras cabezas viajaban por todo el mundo mientras aprendíamos Historia y Geografía,  y a sortear todos los peligros. Le debo a Víctor Mora mi amor por la literatura.

 

El protagonista era un caballero español de la Edad Media en tiempos de la Tercera Cruzada a finales del siglo XII. Recorría el mundo como nuevo Quijote en busca de aventuras en las que ejercía como defensor de la justicia y liberador de todos los oprimidos del mundo. Las miles de aventuras los llevaban por todos los lugares de la tierra envueltos en continuos peligros: puentes levadizos  que se abrían mientras intentaban cruzar el foso de un castillo, muros que los hacían prisioneros mientras se acercaban lentamente para ensartarlos en puntiagudas lanzas de acero, centenares de enemigos rodeándolos a él, a Goliath y a Crispín, cocodrilos de fauces abiertas esperándolos en un río, por si caían de un puente colgante... A veces aparecía la amada rubia de ojos azules, Sigrid de Thule, un viejo tópico de la mujer nórdica que Víctor Mora había tomado del movimiento romántico español (Bécquer fundamentalmente). La novedad del genial Mora fue no reducir a dos los personajes de la trama. Ya no eran Don Quijote y Sancho, ni Sherlock Holmes y Watson, ni Phileas Fogg y Passepartout, ni Batman y Robin, ni Bernardo y el Zorro. Ahora eran  tres, se había incorporado un niño, Crispín, astuto, ágil y aprendiz inteligente de cualquier estratagema. Eran inmutables, eso sí, los viejos ideales quijotescos de justicia y defensa de los oprimidos, y la presencia ideal de la dama, nórdica Dulcinea.

 

A los tebeos les deberemos siempre el aprendizaje de la lectura y mucho más de la ortografía que a las lecciones de la escuela. Los tebeos estaban muy bien escritos, y aunque tenían expresiones que nunca acababan de gustarnos, ¡cáspita!, ¡albricias!, ¡por las barbas de Senaquerib!, ¡por el gran batracio verde!, nos dejaron un buen vocabulario en los largos ratos de sus lecturas en el fresco patio, o en el  zaguán, por la siesta, o en el umbral de la puerta. Los tebeos, pues, fueron primordiales; pasivos maestros que siempre estaban dispuestos a enseñarte, en cuanto solicitabas su ayuda. Más tarde, algunos de los personajes más conocidos se transformaron en cromos coleccionables, aunque tú seguías prefiriéndolos metidos en las apasionantes historias en las que tus primeros gustos infantiles se movían por Sigrid de Thule, el Capitán Trueno, Crispín y Goliath. Un poco más tarde, el Jabato fue el sucedáneo del Capitán Trueno.

 

Los cromos de los quijotescos héroes desaparecieron y dieron paso a los de fútbol. Tenías un álbum y empezabas a juntar estampas, a cambiar las repetidas y a buscar desesperadamente aquellas que no tenía nadie –recuerdas que Puskas te costó un mundo conseguirlo-; a completar equipos, a coleccionar los escudos de los equipos, los estadios más importantes y a ir haciéndote a los nombres hasta mantenerlos en  la memoria. Recuerdo que un avispado comerciante de Novelda creó un cuadernillo de cromos para rellenar con escudos de fútbol. Después de meses y de continuos cambios obligando a las madres a comprar “Condimentos El Niño”, el escudo del Madrid se hizo imposible. Posiblemente nunca fue creado. Un buen día apareció por la Farmacia Municipal un vivales con el álbum completo. Venía el escudo del Real Madrid ocupando el hueco que nuca se cubría. Mi padre como representante de “El Niño” llamó a Novelda y simplemente dijeron que era imposible y que la importante cantidad de dinero que teóricamente debía entregarse no se le diera al vivo, que sencillamente se había limitado a dibujar muy bien, es justo decirlo, el ansiado y nunca editado escudo. Conservaste durante mucho tiempo aquellos álbumes, nunca completados, unas veces por la mala suerte al comprar los sobrecitos y otras por tu impaciencia. Haces memoria y todos los personajes de ficción de los tebeos y todos los futbolistas de tus álbumes te despiertan, como poco, simpatía. Y comparas con la actualidad, y ves colocados en el álbum de la prensa o de la televisión los cromos de muchos personajes que, según dicen, son importantísimos. Y por más que quieras estos cromos de muchos de los personajes actuales sólo te causan desasosiego, desconfianza, preocupación, y aun miedo, algunos de ellos. Cromos de verano que te niegas a colocar en el álbum de tus preferencias; personajes  a los que te niegas a darles protagonismo en las historias que siempre te fueron atractivas: aventuras, acción, salvación, lucha por la justicia…

 

Qué diferencia de cromos, qué diferencia de personajes. Aquellos, que estaban tan lejos de tu realidad, qué cerca estaban de tu afecto y de tus preferencias; y estos, que están tan cerca de tu día a día, qué lejos de cuanto sueñas y deseas. Tristes cromos que pelean de verdad, que mienten continuamente, que de verdad insultan, que no luchan por los valores por los que luchaban aquellos, y, en fin, personajes que no van a quedar en lo mejor de la desgraciada historia de España. Qué pena que tu niñez creyera que los personajes valientes, honrados y generosos de los tebeos serían los que verías más tarde en carne y huesos. ¡Por el gran batracio verde!

 

Almuñécar, 12 de agosto del año 2021

Jacinto S. Martín

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