sábado, 3 de abril de 2021

Hebillas de plata











HEBILLAS  DE  PLATA

 

Don Rafael Ramos Martín, tercer hijo de José y de Ana, agricultores arahalenses, fue el sacerdote encargado de la iglesia de la Vera Cruz y capellán en la iglesia del Santo Cristo durante toda su vida de sacerdote.

‘El padre’ solía vestir un airoso manteo sobre la sotana; en sus zapatos negros brillaban unas hebillas de plata. Don Rafael Ramos era el símbolo de la aristocracia, del saber estar, del viejo estilo de una clase poderosa que acabó perdiéndose, porque cuando ya sabían todas las respuestas, los tiempos cambiaron todas las preguntas.

Fue don Rafael quien encargó al imaginero Castillo Lastrucci la nueva imagen del Cristo. Decía que su corazón no podía soportar el vacío del camarín después de la destrucción de la vieja imagen el 19 de julio de 1936. Pensaba que las 4.000 pesetas que anticipó podrían ser recogidas en una colecta popular, para la que preparó unas cruces pequeñas con la madera que había quedado de la antigua imagen y del capitel de la columna.

El cura Ramos no llegó a recoger las aportaciones voluntarias pues murió poco después de la entrada del Cristo en la capilla el mes de mayo de 1937. Sólo tuvo fuerzas para apoyar su mano en la cabeza de la nueva imagen.

Don Rafael murió una noche silbante de lechuzas cuando ya marceaban los campos y el naranjo llevaba promesa de bodas. Fue una niña, atenta al menor gesto, a la dura ilusión de las palabras, quien grabó en su cabeza todo el pasaje oscuro: Don Rafael pidió al Cristo un poco más de vida, para de nuevo ver la luz de la mañana.

Al trasladar sus restos, cuando de nuevo florecía el limonero, la niña testigo de toda la historia, vio cómo la luz de la primavera hizo brillar de nuevo las hebillas de plata, semilla vana en tierra tantos años.

La niña que lustraba las hebillas cada día, la que acompañó al sacerdote a la entrada del Cristo en la iglesia, la que vio cómo colocaba la mano en la cabeza de la imagen, la que recordaba las pequeñas cruces de madera, la que oyó cómo don Rafael pedía ver de nuevo la luz de la mañana una noche silbante de lechuzas, la que recogió los restos del ‘padre’, la que relataba continuamente la historia, la fiel testigo de todo era mi madre.

 

HEBILLAS DE PLATA

 

¡Un poco más de vida ilusionada!

¡Déjame ser, Señor, en ti confío,

flor de cuneta o planta de baldío!

¡No adelantes, Señor, mi madrugada!


¡Un poco más de mañana alumbrada!

Puede esperar el mar… Mi humilde río

lleva un pobre caudal, lento y sombrío,

espejo apenas para una mirada.


…Y floreció de nuevo el limonero

cuando la plata quebrantó el lindero

que separa la vida de la nada,


después de tanta historia ya borrada,

tanta tierra, tanto marzo perdido,

tanta desesperanza y tanto olvido.

 

Jacinto S. Martín

Granada, primavera del año 2021

 


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