miércoles, 25 de marzo de 2020

La visita de la vieja dama






Y te ibas a comprar el  pan  y algo más, porque no sólo de pan vive el hombre. Y  llegabas y abrías las puertas de tu casa y colgabas las llaves a la entrada y encendías la luz si atardecía. Todo era rutinariamente perfecto, todo era aparentemente fácil y mecánico, un  movimiento aprendido sin esfuerzo alguno: se trataba sólo de pulsar con un dedo el interruptor de la luz y la luz te obedecía y no te planteabas que todo te había sido dado, porque tú eras únicamente un ignorante en grado máximo. Luego ibas y te ‹lavabas con un gel varias veces y te secabas con una toalla made in China. Después escribías algo en el ordenador del que ignorabas todo. Y llamabas a un taxi para ir a una clínica. Rápidamente en la farmacia te daban toda clase de meringotes. Y luego volvías y pulsabas el ascensor que te obedecía sin rechistar y más tarde comías lo que te habían preparado. Y con el  mando a distancia marcabas un canal y te obedecía o cambiabas a otro que también se sometía a tu voluntad. Y oías un programa en la radio y dormías la siesta y te levantabas y hervías agua en  la vitro, de la que no sabías ni quién ni cómo la había construido y te hacías un té importado de Ceilán, hoy Sri Lanka, la lágrima de la India. Todo se te había dado. La burguesía vivía con los pies colgando sobre el abismo de la comodidad ignorante. Creíamos que eso tenía que ser así, que todo era perfectamente sólido. Lo normal era esto.

‹‹Todo lo que era sólido››. Así tituló Antonio Muñoz Molina su ensayo en  el año 2013, para aclarar una propuesta que nos hiciera avanzar desde el ya entonces deterioro económico y social cada vez más palpable. Un método para cambiar las cosas. Nos recordaba que nada es para siempre, que cualquier derecho puede desaparecer, que era necesaria una serena rebelión cívica, una senda distinta de la que recorríamos, para cambiar las cosas. Nuestra conducta debería ser intachable para exigir de manera contundente a nuestros gobernantes una inaplazable responsabilidad cívica. Nadie hizo el menor caso a sus propuestas.

Muñoz Molina, escritor de mensaje preciso, posiblemente hubiera leído al polaco Zygmunt Bauman, que había acuñado el término de modernidad líquida aplicado a los tiempos actuales. Bauman afirmaba que lo “líquido” era una metáfora regente de la época moderna, ya que esta sufre continuos e irrecuperables cambios. Asimismo, lo líquido no se fija en el espacio ni se ata al tiempo, se desplaza con facilidad, no es posible detenerlo fácilmente, como un río aparentemente inmóvil avanzando a ningún sitio.
Hasta hacía poco nos encontrábamos en un mundo predecible y controlable, un mundo sólido. La rutina, la visión a corto plazo, las costumbres, las colectividades eran unas de sus características. Todo este panorama empezó a “derretirse”, cambiando aquella sociedad que estaba estancada y era demasiado resistente a los cambios por una líquida y maleable.   Sartre afirmaba que  no bastaba con nacer burgués, sino que había que vivir la vida como buen burgués. Y la gente banqueteaba y viajaba y llenaba los bares y restaurantes y se desplazaba a la montaña o a las playas para disfrutar el ‘Wohenende’, el finde.
Pero los tiempos cambiaron las reglas y ‘todo lo que era sólido’ se diluyó, y se extendió el olvido sobre el tiempo pasado, poco a poco, como la luz difusa de una mariposa de aceite.
Los dos ensayistas nos advertían de la inminente  visita de la vieja dama que lo prostituiría todo. Recurrían a la metáfora perfecta del dramaturgo alemán Friedrich Dürrenmatt: “Una vieja dama, convertida en multimillonaria, regresa un día al pueblo del que se vio obligada a marcharse hacía más de cuarenta años. Había vuelto para vengarse de un hombre que, en su juventud, la abandonó con una hija y la condenó al arroyo. Prostituta, esposa y luego viuda de un millonario armenio que le dejó una inmensa fortuna, lo único que reclamaba ahora esta vieja dama era justicia, y para ello no dudaba en emplear el poder corruptor del dinero”.
Ahora parece que lo justo es acabar con la burguesía, con el capitalismo insensible que todo lo transforma en dinero. Ignoraban que el dinero no es comestible y que no todo vale. Y todo se mantuvo así hasta que el espíritu de la Tierra, santo pero no tonto, ha regresado como la vieja dama exigiendo justicia y ha comenzado a defenderse de la humanidad que la acosaba. Los Papas, Benedicto y Francisco, han declarado en estéreo que Dios perdona todo, pero el  espíritu santo de la Tierra no. En defensa propia nos ataca y nos aniquila con invisibles microorganismos con forma de esferas punzantes, terrorífica imagen que preside desde hace casi un año los informativos de los canales de televisión.
La guerra biológica era un reto que debían resolver nuestros dirigentes políticos. Pero no ha sido así. A finales del siglo XIX, ya sostenía Ángel Ganivet que la talla de nuestros dirigentes políticos dejaba más que desear que la de casi toda nuestra prensa, que  nuestra política consistía  sólo en ir tirando, aunque fuera con evidente desvergüenza. Al final, si las cosas salían  mal, se limitaban  a gritar como gritaba don Quijote con arrogancia: No por culpa mía, sino de mi caballo, estoy aquí tendido.
Y mantenía el escritor granadino que el pueblo oye decir que hay constituciones y leyes que no ha leído y oye también decir que esas constituciones y leyes le han garantizado todos los derechos inherentes a la vida de los hombres libres y después ve que en cuanto ocurre algo gordo se suspenden todas esas garantías, y dice: ¿Conque todo eso no sirve más que cuando no sirve para nada? Sabe el pueblo que existe un parlamento y ve que cuando llega el momento crítico se cierra para desembarazar al Poder Ejecutivo, que no sirve para nada el ejército neutral de los ramplones y dice: ¿Conque no sirve más que para las cosas menudas?

Y afirmaba el solitario de Brunsparken que continuaba arraigada en el pueblo la convicción de que si llegamos a vernos enfrente de un verdadero peligro, habrá que derribarlo todo como una decoración de teatro y quedarnos en pelo como nos quedamos en 1808.

Y claro está, todo se vino abajo en un inesperado proceso de demolición por una plaga bíblica como la terrorífica peste del siglo XIV, y nos hizo danzar a todos alrededor de la muerte. Un oscuro cierre en negro que nos recuerda que el destino del cristal es romperse.

Decretada la prisión domiciliaria, sólo nos ha quedado – instalada ya la primavera – la sagrada fuerza del espíritu de la tierra que levanta la verde esperanza en los árboles, una chillería de pájaros y un inquietante silencio, un forzado silencio que no me suena bien.






                     ANTE EL DESASTRE, HAGAMOS COMO QUE TODO VA BIEN.



                    Granada, un día cualquiera del siniestro año 2020

                    Jacinto S. Martín










10 comentarios:

  1. Decretada la prisión domiciliaria, sólo nos ha quedado – instalada ya la primavera – la sagrada fuerza del espíritu de la tierra que levanta la verde esperanza en los árboles, una chillería de pájaros y un inquietante silencio, un forzado silencio que no me suena bien.

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  2. Y claro está, todo se vino abajo en un inesperado proceso de demolición por una plaga bíblica como la terrorífica peste del siglo XIV, y nos hizo danzar a todos alrededor de la muerte. Un oscuro cierre en negro.

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  3. Muy bien Jacinto, cada día me gusta más lo que escribes

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  4. Al final, si las cosas salían mal, se limitaban a gritar como gritaba don Quijote con arrogancia: No por culpa mía, sino de mi caballo, estoy aquí tendido.

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  5. Los Papas, Benedicto y Francisco, han declarado en estéreo que Dios perdona todo, pero el espíritu santo de la Tierra no.

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  6. La burguesía vivía con los pies colgando sobre el abismo de la comodidad ignorante. Creíamos que eso tenía que ser así, que todo era perfectamente sólido. Lo normal era esto.

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  7. Bauman afirmaba que lo “líquido” era una metáfora regente de la época moderna, ya que esta sufre continuos e irrecuperables cambios. Asimismo, lo líquido no se fija en el espacio ni se ata al tiempo, se desplaza con facilidad, no es posible detenerlo fácilmente, como un río aparentemente inmóvil avanzando a ningún sitio.

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  8. Ante el desastre, hagamos como que todo va bien.

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  9. Pero los tiempos cambiaron las reglas y ‘todo lo que era sólido’ se diluyó, y se extendió el olvido sobre el tiempo pasado, poco a poco, como la luz difusa de una mariposa de aceite.

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  10. Pues sí, Jacinto, todo ha cambiado para que todo siga igual, solo que a partir de ahora será legal. A principios del siglo XX, (el excelente libro de Martynkewicz, Salón Deutschland, lo explica) ya estaba esa sensación de que no había agarradero, y en muchos países europeos, ese agarradero se inventó en forma de dictador bestia, pero bestia de veras. Sufrimos uno. El riesgo sigue ahí. Un abrazo.

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