GRANADA SE VISTE DE OTOÑO
En mi pensamiento Granada se viste de otoño: toda la gama del rojo, del ocre y del amarillo aparece cuando septiembre sabe a majoletas, azofaifas, serbas, granadas, membrillos y acerolas, que pintan un bodegón efímero en los tenderetes de lona blanca en el Campillo, en la Carrera de la Virgen y frente al palacio de Bibataubín. El membrillo perfuma el aire frío; las acerolas, azofaifas y granadas son sólo gozos de la vista; las agridulces serbas enriquecen el blando tacto antiguo. El punto rojo de las majoletas cierra el primer párrafo del otoño.
Un doble ofrecimiento, paralelo al de la tierra, muestran los dulces tenderetes de sultanas, tortas de la Virgen, rosquillas de garbanzos, alpargatas, cordobesas y la blanca ilusión hueca de los roscos de Loja.
Todo tiene el sabor cumplido del rito. El viento libre en la carrera solloza entre los árboles. No pueden refrenarlo las enrojecidas manos del castaño de Indias, ni aquietarlo los tilos.
Luego, preparado el
perfume, el color, el sabor, el olor y el nuevo tacto de las cosas, la Virgen
de las Angustias abre dolorosamente el tercer escenario del año. Los
horquilleros, respetuosamente lujosos, craquean todo
el temblor silencioso de la mano-hoja mutilada en el suelo. Las autoridades,
grillos mudos, desfilan embutidas en la pequeña vanidad negra del frac.
Interminables filas de mujeres y hombres alumbran su propia tristeza con una
vela. En mi pensamiento pasa la Virgen y se calma el aire perfumado de nardos.
Granada, 24 de septiembre del año 2023
Jacinto S. Martín
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